Prosas poéticas :  ¿Ajuste de cuentas?
“…Dejemos a esa Europa que no cesa de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina donde quiera que lo encuentra…”
Franz Fanon

Indillana era una comunidad de unas veinte familias kichwas migrantes de la sierra, que tenía sin embargo algunos años de haberse asentado en el corazón del Yasuní, se habían asentado cruzando el Río Napo a pocos kilómetros del Puerto Pompeya; por ser tan pocos y haberse concentrado en poner a producir unas pocas hectáreas de tierra con productos del sector y ser amigables para realizar intercambios de alimentos, fueron tolerados y aceptados por los ásperos y siempre agresivos Huaoranis, que a pesar de ser tribus de unos cuantos cazadores nómadas, podían llegar a contarse en varios cientos cuando se juntaban a festejar sus lunas llenas y las ceremonias de los viejos jefes bajo la influencia de la curitina, para interpretar y organizar los nuevos viajes, los espacios para los nuevos encuentros bajo ese siempre especial cobijo lunático, que ejercía esta particular convocatoria, desde todos los rincones de ese paraíso mega diverso de la cuenca amazónica en su paso por la selva ecuatoriana.
El boom petrolero de los 70 hizo que las empresas extranjeras adjudicatarias de los bloques licitados, se planteen la urgencia de acceder a como dé lugar a sus áreas de trabajo, la aceptación de los colonos y comunidades de indígenas debía lograrse de inmediato y no perder tiempo con procesos largos de negociación a través de sus equipos de relaciones comunitarias; entre las alternativas consideradas, la “evangelización” siempre sería una carta interesante a utilizar, en especial en esta área del Río Tiguino, tratándose de las tribus Huaoranis, tan difíciles por su condición de nómadas, por el matriarcado que les regentaba y por las tan amplias zonas que constituían los corredores de tránsito y que iban desde Bolivia, pasando por Perú y Ecuador, llegando incluso hasta Colombia.
A esa comunidad había empezado frecuentar un sacerdote español llamado Alejandro, de la orden de los capuchinos, que había llegado hace como 33 años a la selva del Aguarico y había dedicado mucho tiempo a informarse sobre la cultura y lenguas de las comunidades indígenas del oriente ecuatoriano; se notaba que había en su manera de moverse y dirigirse a los indígenas, que había aprendido detalles del lugar, había estudiado y manejaba con alguna precisión los recursos geográficos de la región y hasta pronunciaba frases kichwas y otras lenguas con facilidad…
Pronto averiguó en la comunidad Indillana, con mucha meticulosidad acerca de los intercambios y contactos que ocurrían entre estos dóciles kichwas y los agresivos Huaoranis, en especial entre los más jóvenes, pues cuando estos coincidían en los ríos Cuchillacu o Tiguino para bañarse, podían abandonar rencillas y tender lazos aunque sea primitivos, elementales de amistad. Entre estos jóvenes, Alejandro encontró uno en particular que se convertiría en su paje, hablamos de Otorino, que por su sencillez y vivacidad a la vez, era considerado uno de los pocos amigos de los jóvenes huaoranis.
Con Otorino organizó el primer contacto con los Huaorani, que en unos días iban a encontrarse en una de sus áreas de paso a orillas del Tiguino, camino a Garzacocha en donde tendrían una fiesta grande; Otorino se encargaría de hacer el enlace cuando los encuentren allí, se sabía que Otorino había saludado con Kai, uno de los taitas líderes Huaorani y por supuesto sobrevivió para contarlo, eso decía mucho de que Otorino podía contarse como un intermediador confiable.
Al mejor estilo de los primeros colonizadores, Alejandro estaba siendo patrocinado, solo que esta vez no era la reina, ni la iglesia, quien colaboraba en su aventura de acercamiento a los feroces Huaoranis; se trataba de una empresa petrolera, que necesitaba realizar sus operaciones en esa zona sin tener enfrentamientos ni el más mínimo roce con estas tribus, que pudieran a la larga, entorpecer y/o retrasar sus actividades. Es que unos meses atrás habían conseguido la adjudicación de ese bloque petrolero y querían superar el nefasto precedente, todavía latente, del enfrentamiento con saldo trágico para tres trabajadores petroleros ocurrido en 1977.
Urgía literalmente, una mediación que consiga la aprobación de estas comunidades Huaoranis, la petrolera apostó a la mediación del obispo capuchino, que llevaba años en la selva y pusieron a su disposición todas las posibilidades logísticas que este iba a requerir, incluido un helicóptero y vituallas para compartir con las tribus a contactar.
Dar encuentro a una tribu nómada, suponía una búsqueda sin muchas posibilidades de éxito, sin embargo, Otorino fue el factor que permitió viabilizar de manera rápida este objetivo, que Alejandro contacte con los Huaorani, pero lastimosamente no desde sus expectativas, pues tan pronto irrumpieron en sus predios, fueron atacados por los guerreros tagaeri, que armados de sus lanzas amenazaron con matarlos, los salva solamente, ante la sorpresa de todos –incluido Otorino- el escuchar a Alejandro hablar en voz Huaorani, diciendo “…somos amigos, somos amigos, no nos maten…”, hizo que se detengan… sin embargo los indígenas los despojaron de sus ropas y los amarraron a un palo, sin brindarles agua ni comida y hacerlos objeto de sus permanentes demostraciones de desprecio y agresividad, les escupían, pateaban, orinaban, lanzaban piedras, etc.
También para los Huaoranis estaba presente el enfrentamiento de unos años atrás con los tres trabajadores petroleros que cayeron alanceados, así que su belicosidad obedecía a posibles nuevas represalias en esa dirección, que podrían estar buscando aplicar la justicia de los hombres del Gobierno.
La intermediación de las mujeres, permitió que reciban agua, algún alimento y hasta reciban bebidas con curitina, que a decir de Otorino provocaban alucinaciones y un estado de embriaguez que duraba mucho tiempo, colocando a los extraños en un estado de indefensión mayor aún, pues fueron objeto de relaciones sexuales no consentidas por parte de varias de las mujeres de esta tribu.
La desnudez total y participación de Alejandro en el huatti huatti (relaciones sexuales) con las mujeres Huaoranis, echaron por tierra la imagen del religioso con el adolescente Otorino, que también era objeto de esas agresiones compartidas a pocos centímetros de distancia, Otorino recordaba años después, que el capuchino mientras recibía su huatti huatti, oraba y cerraba los ojos…
Algunos objetos llevados por Alejandro como regalos (espejos, figuras plásticas, de cerámica y metales), la ausencia de armas en su equipaje, consiguieron suavizar la actitud de los guerreros Huaorani, abrir la promesa de nuevos regalos y disminuir las expresiones de agresividad de estos; cuando los soltaron compartieron actividades de la tribu y en el caso de Alejandro aprendió a comer, beber, hablar y vestirse (o desvestirse) como Huaorani…
El religioso capuchino consigue negociar un nuevo encuentro con la tribu Huaorani, en el que se compromete a llevar otros regalos, pero hasta tanto logra mantener un compás de espera respecto de la petrolera, la tribu no atacaría a los trabajadores petroleros intrusos.
La nueva incursión del obispo capuchino a territorio Huaorani, tuvo algunos problemas logísticos que impidieron a Alejandro y Otorino llegar a la cita el día y hora indicados, los regalos ofrecidos tampoco pudieron gestionarse en su totalidad de parte de la petrolera. El regreso tardío, ocasionó nuevas demostraciones de ira y agresividad de parte de los guerreros Huaoranis, que una vez más procedieron a atacarlos con sus lanzas sin herirlos, pero si, nuevamente desnudados y atados.
Y otra vez el proceso de agresiones físicas, verbales, sexuales, psicológicas… hasta que con los días, se abrió un nuevo lapso de confianza que curiosamente integraba a los extraños (Alejandro y Otorino) al modus vivendi Huaorani y no al revés; es importante fijar de manera perfectamente clara, el hecho que en una tribu en la que rige el matriarcado poligámico, es la mujer quien decide con quién, cuándo, dónde, cómo, etc., tiene sus relaciones sexuales y a este comportamiento social estaba incluido Alejandro, sin importar entonces, su voto de castidad ni su condición de religioso, se podría hasta afirmar que habría tenido descendencia fruto de sus relaciones con mujeres Huaoranis.
En contraparte no existe un tan solo templo que dé cuenta de avance alguno de su tarea “evangelizadora”, treinta años después de las incursiones de Alejandro, nadie podría afirmar que haya algún sector y/o territorio Huaorani identificado con alguna secta religiosa occidental, nos referimos a las tribus no contactadas. Que no vayamos a confundir las tribus intangibles o no contactadas, con la existencia de algunos miembros de estas tribus que se incorporaron a la sociedad y habitan en poblados de colonos y campamentos petroleros.
Después de normalizar las visitas “evangelizadoras” con este singular comportamiento, Alejandro intenta una visita diferente incluyendo en su comitiva en vez de Otorino a la monja Inés de su misma orden capuchina y que por supuesto iba a romper esa suerte de equilibrio cultural, que hasta ese momento se había alcanzado, integrado como estaba Alejandro al matriarcado Huaorani, una mujer monja que en su condición no iba a ser parte de ese comportamiento social de las mujeres de la comunidad.
Podría afirmarse también que de parte de las mujeres Huaoranis, pudo haberse levantado una respuesta de celo, respecto del “gordo” como llamaban a Alejandro en la tribu; es entonces esta confrontación cultural en un medio en el cual no hubo trabajo ideológico cultural alguno, que permita aceptar esta nueva figura femenina con otros cánones culturales, que nunca fueron aceptados y mucho menos asumidos por parte de las tribus Huaoranis.
Nunca se cumplió el proceso colonizador, no asumieron los Huaoranis otra religión ni otro lenguaje, ni ningún estándar occidental que quisiéramos citar, la aplicación de la muerte de Alejandro primero con la saña que representa 14 lanzazos y luego la monja Inés con cuatro lanzazos, deja ideas de dos cosmovisiones completamente diferentes que quisieron ser forzadas a fusionarse por parte de Alejandro, de manera por demás muy rápida e ilusa… pero que curiosamente merced a este doble asesinato, -porque tenemos que llamarlo así, desde nuestra concepción de la sociedad y nuestra cultura-, la petrolera patrocinadora, consiguió su objetivo…
La posibilidad cierta que la justicia y las fuerzas del orden los perseguiría, consiguió que la tribu Huaorani se aleje de la zona y permita que las operaciones y actividades petroleras se desenvuelvan sin presiones ni condiciones, la inversión para la empresa fue mínima y los daños colaterales como diría el Departamento de Estado, fue apenas de dos víctimas…
¿Ajuste de cuentas?...
Poeta

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