Cuentos :  ESE OLOR A HUMO
ESE OLOR A HUMO

No sé porqué tengo tanta dificultad para recordar los nombres, no solo de personas circunstanciales, sino hasta de aquellas con las que tengo un trato frecuente., inclusive cercano a la amistad., Inversamente tengo una memoria olfativa sorprendentemente desarrollada, de olores asociados a sucesos, lugares y personas que trasciende el paso del tiempo. Este prologo es a propósito del hecho que me retrotrajo a los lejanos años de mi juventud,.. La muerte de mi madre. Ella estaba viviendo con mi hermana quien durante el velatorio me dijo, esta carta te la dejo mamá y me dio un sobre cerrado a mi nombre, Aunque la ansiedad por conocer su contenido se hacía dolorosa, no lo abrí hasta llegar a casa.. Dentro del sobre, un sobre abierto dirigido a Neco Tapera, Blaquier, ferrocarril General San Martín, provincia de Buenos Aires: No tenía remitente, pero en el borroso sello del franqueo podía leerse, octubre de 1968. Octubre de 1968... Para esa fecha yo estaba estudiando en Buenos Aires.y solo iba a mi casa en las vacaciones Eso explicaba porqué la carta la había recibido mi madre,.pero nó, porque la abrió y la guardó. Rastree en mi memoria algún hecho relacionado con esas vacaciones del verano del 68 , y ahí recordé lo que te voy a contar. Con Canuto, Mingo y Codeguín, creo que tambien iba Cotolo, si claro vos no coces a ninguno, bueno con unos amigos, fuimos a un baile de un pueblo cercano, Villa Saboya. Esto era habitual, ya que aparte de la vuelta del perro, en el nuestro no había demasiados divertimentos y siempre se ganaba más como forastero. Por la novedad, cansadas de ver las mismas caras,:por curiosidad romántica.o para transgredir una moral pequeño burguesa de aquellos años, en que las chicas buenas no hacían esas cosas... mucho menos con los del pueblo, porque pueblo chico.. los forasteros iban a nuestro pueblo y nosotros al de ellos.. Aparte yo venía de la capital y eso aumentaba mis chances
Ese tipico baile de Club Social y Deportivo provinciano, con las mesas dispuestas alrededor de la pista, selectas grabaciones y un cuarteto característico, como los que dieron origen a la música cuarterera cordobesa, era el prometedor programa de la noche. Al entrar solo faltaban las trompetas y la alfombra roja
Nos sentamos en una mesa, estratégicamente elegida, pedimos el clásico vino blanco y nos dedicamos a engordar el ojo con la mercadería que se exhibía al ritmo de un baión. Una morocha de ojos claros, enmarcados en un pelo negro. unas caderas cimbreantes sobre unas piernas perfectas me marcó..Basta para mí, ya había elegido mi presa y reciprocamente. En el ambiente de machos no se visualizaba mayor competencia, son todos chacras, sentenció el Mingo.
Terminado el tema se ubicó en una mesa cercana con unas amigas. Desde ese momento nuestras miradas fueron un arco voltaico. El cuarteto arrancó con un bolero, yo caminé en el aire hasta su mesa. Su cara, sus pechos, su vientre y sus piernas se fundieron en mi;. su aliento y su mano acariciando mi cuello, la mía, su cintura. .Y ese olor que salía de su pelo, ese olor que me embriagaba, ese, que me excita recordarlo. Ese olor a humo. Sí cagate de risa... olor a humo. Ni a flores ni frutado, ni Channel, ni Kenzo, ni Thierry Mugler... Olor a humo.!.. Viste que los animales en celo se reconocen por el olor, bueno eso, olor a hembra en celo. Hablamos poco, apenas si nos dijimos nuestros nombres, yo no recuerdo el suyo. Seguimos así durante varios temas hasta que una mano me tocó el hombro,- joven...aquí no se puede bailar así... Salimos del salón sin soltarnos, la noche de verano nos dio la bienvenida. La calle tenuamente iluminada y solitaria y entre la calle y la vereda, la cuneta, un zanjón en forma de V, hecho para el desagote de la lluvia, pero que en épocas de sequía cumple la noble función de lecho de amantes ..con su pasto tierno, fresco y mullido. Allí hablaron nuestros cuerpos y se saciaron nuestras ganas.
Desde el club, como una serenata nos llegaba la música. Era común que los bailes pueblerinos terminaran con una rancherita. El sonido de Mate Amargo y la presencia cercana de gente nos avisaba que este llegaba a su fin. Nos despedimos con menos ardor que cuando nos conocimos. Te escribo, nos dijimos..Yo no pude recordar su nombre y nunca recibí sus cartas...
Y esa carta era de ella?.. Ah !...No sé...En el sobre solo había una cinta celeste atando un suave mechóncito de pelo... y ese olor a humo. Edgardo Neco Perata
Poeta

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