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ES EL ACABÓSE
(Texto Surrealista)

Ayer el mundo se agotó en esa botella de la esquina acompañada.
Es la sombra que se mira cuando nada queda ya, y sobre ella se
desnuda el humo con el hielo quedando entre las hojas, metálicas,
líquidas como nunca antes, y los árboles metálicos solo esperan.

Algo sucedió de repente, todo era más lento, y específicamente en
las maniobras de ataque al descubierto jardín sin mérito. Una nube
quebradiza danzaba entre las columnas engañadas por el piso rojo,
estupefacto, con la sorpresa de haber dibujado una sonrisa al techo.
Se le atribuyó el mérito al aire, que nada acariciaba del bosque bajo
el vientre multicolor y adolorido del viejo lago. Pues el objetivo es
conservar las áreas dulces del principal impulso. Volverse como un
apoyo cauteloso con el último ingrediente. Ser como el aire y el color
tal vez, pues se había perdido el perfume del capullo, doblado del si
y del no, de un silencio agudo entre las sillas. Cualquier clase de ruego
y respeto era ya incompatible con la vida. Las calles hacían espirales,
obstinadas en destruir los insectos inconformes, las piedras ruines,
y el piso que trabajaba entre las ventanas menos baratas.

¡Ésto se acabó!. El agua gastada solo es una esperanza de los peces,
de la tierra que se aferra en su agonía, las fibras del instinto solo se
han fortalecido por el manantial de los puñales, de los culpables
inventados, y del olvido que se advierte por el apetito de los huertos.
No obstante, el ruido colgaba la vegetación sacudiendo una pared
insensata, pero con el espíritu fuerte se habían hecho tibios círculos.

Pero el fracaso solo significó morir sin descendencia, en los suelos
pobres de nutrientes, y cerca una estructura ósea de cuatro dedos,
sin adaptarse al pequeño color café de la actividad constante, y por
la garganta de los misterios masticando las respuestas perdidas.
Por eso la luna dejó de ser azul al otro lado de la puerta, un poco más
delante del pasto, y las asustadas espinas castigadas por el tiempo.

Si bien, muchos ya lo saben, ese tiempo quedó sepultado entre un
espacio espeso, y una lluvia de polvo con el rostro de un zumbido.
Con el dolor de cabeza y la dificultad de entender el nuevo sabor
del mapamundi de los arrecifes, con la observación de los vidrios
y en el antebrazo que se parece al radio de los medicamentos ligeros.
Todo es ahora una ventaja submarina, con la rapidez de los riñones
lo difícil es lograr no estrellarse al reconocer los arbustos.

Bien puede ser apreciado por los buques de larga distancia que no
dejan que nadie decida por ti. ¡Ni tu mismo si así lo deseas!.
En estas tierras que se esfuman, con el rostro de un zumbido agudo
y atemorizado, los mínimos rumores son suavemente aplastados,
ni más ni menos, de lo que nadie necesita para ser olvidado luego.
Así que, nadie querrá perderse la oportunidad de nadar con las águilas,
y tomar buenas imágenes de los consejos más radicales de algunos
movimientos del hambre rehén de la última ocasión. Como verán,
hay mucho que agregar, de las especies salvajes y sus variedades
domésticas, en el sentido de las manecillas del reloj. ¡Manco!.

Muchas aves de ceniza están extintas y amarradas a los perros
del orgullo y arrogancia, especializados en las condiciones del ojo
y destino de la exposición comparativa que representan toda la
gráfica del abandono, la mentira y el asesinato piadoso de los ríos,
de los libros, y de las simples cronologías antes de ser reemplazados
entre los corales que duros florecen lejos del calor donde flotan.
En fin. ¡Ésto es el acabóse!. Y peor aún, la botella ya no existe,
ni la gota que derramó al mundo, en la esquina de las sombras.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta