Cartas :  Ivette Durán Calderón - Donde tropieza el tonto, el listo se abre paso
Cada problema, cada situación compleja y cada obstáculo, ofrecen condiciones para mejorar día a día.

Debemos pensar cuando fracasamos en algo, en el porqué de ese fracaso para que éste se transforme en enseñanza y en experiencia.

Si tenemos el propósito de hacer una cosa, una diligencia y ésta, pese a haber pensado cómo la vamos a realizar, sale mal, en la práctica es porque algo ha fallado, en el plan en el método, en la forma de realizarla, etc.

Si después que ha salido mal nos encogemos de hombros y abandonamos la tarea o la acción, habremos perdido el tiempo y, además nos exponemos a tropezar una y otra vez con el mismo obstáculo porque no habremos puesto los medios necesarios para evitarlo.

“Alégrate de que en principio las cosas se presenten difíciles y con obstáculos - decía Franklin – porque así, además de adquirir espíritu de lucha, acrecentarás tu experiencia. Y alégrate aún más de que tengas fracasos, porque ellos son la verdadera escuela de la vida; si profundizas en el porqué de los mismos, te harás invulnerable a ellos”.

Evidentemente, la experiencia se logra con la lucha diaria. El conocimiento de los fracasos nos indica que nuestro plan era débil o que adolecía de defectos insospechados.

Si estudiamos los motivos que generaron el error o fracaso, hallaremos la causa, y conocida ésta, ya no sólo fracasaremos más, sino que el hallazgo nos servirá para rehacer lo mal hecho.

Cada derrota, cada fiasco sufrido, tiene la virtud de poner en nuestras manos una experiencia y buena enseñanza.
Aquellos que saben sacar enseñanzas de sus derrotas, son hombres que adquieren la seguridad de su caminar en la vida.

Por eso, en lugar de sentirse amilanados por un fracaso y suponer que para nada servimos, que todo nos ha de salir mal, etc., hay que alegrarse de ese tropiezo porque el resultado facilitará abrir las puertas del éxito en sucesivas actuaciones.

Con toda razón se dice que donde tropieza el tonto, el listo se abre paso.

Quien acepta la derrota como un mal irremediable, se juzga a sí mismo incapaz de rehacer nada. Quién, por el contrario, se sitúa dentro de su fracaso y sabe levantarse por encima de la derrota, lleva dentro de sí un alma de triunfador.

Colón fracasó muchas veces en su propósito de que le ayudaran las cortes de Portugal y de España; pero, tesonero y firme en sus propósitos, siguió llamando a las puertas del éxito hasta que éstas se abrieron.

Las victorias, dice un aforismo militar, pertenecen a los ejércitos que saben resistir los últimos diez minutos.

En resumen, quien resiste y vuelve a la carga habiendo sacado fuerza de sus derrotas, enseñanzas y experiencias, vence siempre.

Una de las mejores cualidades para soportar la adversidad es la serenidad de espíritu.

Una resolución tomada con energía y ejecutada también enérgicamente, es lo más eficaz en cualquier momento. La desesperación puede ser evitada. Por ello uno puede desprenderse de vicios, de malos hábitos, de reacciones contraproducentes, sin atenuantes transitorios, si en verdad quiere hacerlo.
Poeta