Textos :  Por la inanidad incalificable
POR LA INANIDAD INCALIFICABLE
(Neosurrealista)

Un camino corría con sus zapatos enlodados
y el bosque reía a lo lejos en un escenario de
cuentos, pasando una neblina sobre sus pasos.
Su nombre era un adiós al futuro, un paisaje
idílico de praderas floridas que entraron en
la prisión del río a lomos de un salmón, en el
transcurso de la cacería del humo que alado
corría incluso la distancia más pequeña, y en
su mano destellaba un peine de plata deseoso
de encender el fuego, compuesto de cuatro
trenzas que brillaban bajo la luz de una luna
apagada por el verde sedoso del nuevo lago.

No podría calificarlo, pues estas pruebas son
el botín de las contiendas del torrente caliente
con las laderas de las montañas, donde la niebla
se refugia, e interpreta a su modo el estilo rojo
del año que vuela con la noche que lleva dentro.

Del mismo modo, se baña la hipocresía como al
sanitario de los elefantes que predican a las
hormigas de su pequeñez, en la intimidad de las
cuevas con sal fina y nuez moscada.

En este caso, se debe escurrir inmediatamente
el agua, y retirarla una vez cocida, pero puede
agregarse una pizca de azúcar para el olvido.
Luego, se debe pensar en la nueva estrategia
cuando las dos partes rivales, acumulan polvo
y demasiada espuma.

En otras palabras, para pescar gatos hay que
pensar como ratones, con las luces verdes del
puerto parpadeando en la estela del bote, con
cinco langostas conservadoras de las nubes
en las comunidades rurales, con la fotosíntesis
intensificada del ganado asustado, y moviendo
los acontecimientos sísmicos con un corte en
zigzag con respecto al faro de los primeros
exploradores, influidos por las condiciones
atmosféricas de la última década.

Por otra parte, distintos ensayistas,
han tocado el tema de los tres cuerpos, presumiendo que no son auténticos como entidades separadas de su ambiente, y a pesar del antagonismo de los conceptos metafísicos al abrir el tórax,
y medir la estatura de las pesadillas azules.

Sin embargo, por la piedra que conversa con
su edad enrojecida, guardando el frío junto al
violín de noche, y con el otoño que ríe, y es-
tremece al viento que cae de la última ilusión
hecha polvo, que nieva por las mañanas como
el racimo de uvas ligeras entusiasmadas con
los lagartos, y llevando los caballitos de madera
en un puñado de tierra, hechos con imanes de
cristal líquido casi mil veces más escaso que el
oro del toro, y del pico que piensa tener una
vieja oruga tan suficientemente grande como
para poder extraerlo sin complicaciones.

¡Vaya inanidad!. La estatura cambia con los
grandes disparates de esplendorosa envergadura
que se desprende fácilmente, con el ritmo de la
innovación tecnológica en las plantas mutadas
que no estallan al madurar, en pequeñas pandillas
errantes de recolectores, en las excavaciones que
no han desenterrado la virtud que brinca en los
bolsillos, y toman fotografías incontables en lo
alto de la colina considerada impetuosa... Pues
bien, sabemos que muchos tienen un lado verde,
y por eso se debe cuidar el medio ambiente, y
regresarlo con todas las latas en el entramado
de ríos conscientes de su responsabilidad, y en la
distribución de fuerza de frenado, con bocinas
y aire acondicionado automático.

Así que, los benefactores deben conocer sus
límites, y pensar tan lento como sea posible,
evitando la protección contra los rayos del
vidrio ultravioleta, en los magnetos de samario
que pueden soportar el calor intenso que sirve
para protestar por la toma de tierras, según la
mayoría de los cálculos de los consumidores
de cupones para teléfonos celulares gratuitos,
y en el curso de la revolución neolítica, según lo
muestra a luz solar en la obscuridad, que evita
a los usuarios pensar con lámparas de plástico
y queroseno, en la nueva industria de las hienas
donde se promueve este tipo de colorante.

En fin, el secreto de las serpientes no es fácil de
encontrar, aún con las moléculas mortales en
la punta de la nariz, donde las grandes victorias
enmarcan una columna decorada con un zorro
alargado, justo después de la minera del hielo,
generalmente inofensivo cuando no se piensa
en ello, y mucho menos en cambiarlo. Como bien
lo demuestra este escrito de ocho carriles con
poco tráfico, pero mucho humo para entenderlo.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta