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Desde ciertas lejanías ¿espaciales, temporales? la ciudad aparenta una mancha luminosa identificándose contra la oscuridad que la ciñe.
Hablaré desde el epicentro donde confluyen las calles junto a desconocidos muertos.
Las casas guardan una a una sus propias historias almacenadas. Sus secretos son cantados e inaudibles sabidos de barrio en barrio. Así se conforma el cuerpo entero miles de rostros esparcidos.
Hay asesinatos y ultrajes, demonios inexistentes por todos lados. Nacimientos, amoríos y satisfacciones propias. En común hay una espera temporal por la lluvia benéfica, ahora estamos en las cicatrices externas. El río que despierta destruyendo lo superfluo, los rayos más constantes que las gotas cayendo hiriente sobre la tierra. Los ecos de los quehaceres naturales son recuerdos que suenan en la palabra.
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Poeta
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La certeza de la nada es una imagen: los cerros recortados a tijera contra el cielo azul, limpio de nubes; más allá no hay descenso, sólo la nada. Utilería de Dios para hacernos creer en lo infinito de nuestro mundo. Pronto cruzaré esa falsedad y cuando llegue al punto medio entre lo que existe y el vacío se edificará inmediatamente una nueva presencia frente a mí y lo pasado desaparecerá como un fotograma cinematográfico envuelto en el rollo que se me desplegará mañana en mi retorno.
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Poeta
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Silencio o sol sobre una espiga de pasto. A veces una brisa arranca un inaudible sonido que apenas dura lo que la sombra al mediodía. No hay otra espera que la del crecer para secarse y morir, pero la espiga es tan simple que renace idéntica en cada temporada. Vive tanto al sol que la noche no tiene significado: muere sin temor al final del día como una forma de dormir. Así el olvido viene en cada despertar ante un sol que resulta eterno.
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Poeta
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Llegué a mi destino y comencé a caminar la calle. El desértico asfalto se extendía lejano por todos lados. No podía decir que todo estaba inmóvil puesto que ni siquiera había algo que así lo indicara. Miré las nubes grises y casi noto descender un chorro de viento que se esparció fresco por todas partes.
Frente a mí, sorpresivo, vertical y automático, creció al instante un árbol que agitó sus hojas para sacudir el cielo. Brillantes sus hojas esmeraldas se ofrecieron a mi vista y casi lo veo inclinarse haciendo una reverencia como saludo.
De repente los movimientos cesaron, creí que todo había terminado, Pero no, pronto me di cuenta que el silencio era su forma de presentarme a sus hermanos. A lo largo de la calle, a la velocidad del viento, fueron apareciendo árboles de tupido follaje o visibles ramas.
Uno a otro van estirándose con asombro. Los fui dejando nacer y pronto noté con agrado que sus movimientos no eran otra cosa que la única forma de lo invisible.
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Poeta
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Justo hoy cuando necesitaba la lluvia, llegó en forma de noche. Olí sus memorables barros que lograron perdiera mis recuerdos. Vi sus rayos trazar la orografía de lo oscuro y completé el mapa de mis anhelos. Bendita noche que llovía mostrando su trayectoria bajo lámparas amarillentas. Comprendí mi turno en el rompecabezas de los charcos: faltaba una pieza para armar la dicha y decidí colocarla en la orientación correcta.
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Poeta
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Hay un hilo conductor en cualquier noche, sé encontrarlo si silbo y canto; su destino es la luminosa compañía que no me abandona aun en esta soledad en que he nacido. Silbo y canto no para evocar, si no porque siento su presencia en mi costado. ¡Qué natural entonces sentir su roce en mis brazos! Podría fácilmente hacerle llegar mil besos y no me sorprendería saber que beso el aire- otro de los nombres de mi compañera la nada.
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Poeta
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Todo fue propicio, la noche se permitió ser el escenario, el flujo de la calle aportaba la iluminación, tus pasos resonaban con el eco de las sombras. Yo ponía mirada y abonaba la memoria; ir era una forma interminable de llegar a la meta. Qué cosa más natural el sentir tus dedos en mi espalda, qué cosa más obvia recibir tus besos con sorpresa. El absoluto venía de dentro, era sentir ya no la mirada desde el cielo, era saber que el ojo estaba en nuestro pecho y mirar era hacerse el uno al otro.
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Poeta
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Soy el frío y no aquel que hago tiritar dentro de mi presencia. Soy el aire y no aquel que me respira y piensa que con ello ha atado todos los cabos del espacio. Soy la luz y no aquel que cree ver azul el cielo y las nubes cabalgándolo. Soy la lluvia y no aquel que cree que vuelvo con las estaciones tórridas a calmar su sed de espíritu. Soy el tiempo y no aquel que me escribe con palabras que yo mismo vaciaré de contenido.
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Poeta
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¿Tiene paisajes lo invisible? Comencemos por no verlo. Cierro los ojos. Hay una radiografía velada, rayones blancos delimitan esta foto de la nada. Tal vez un tinte rojizo o amarillo otorgan fluidez a esta huidiza imagen. Flashazos que implotan se burlan de mi atención cuando creo tenerlos atrapados. ¿Es llanura esta planicie o la toma aérea de unas montañas confundidas con sus propios barrancos? No puedo determinar direccionalidad y estos fotones comienzan a confundirse con mi cerebro. Ya no sé lo que estoy viendo tras mis párpados. Ya no sé si esta placa proviene de mis ojos o son mis anhelos borboteando en búsqueda de una figura propia. Asustado prefiero huir y buscar la seguridad en lo que no soy: el reino de la luz que se despliega afuera.
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Poeta
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La indiferente noche vuelve invisibles las flores de los árboles, convirtiéndolas en un puñado de hojas más --el viento mueve las ramas de tal forma que parecieran asentir a esta aseveración que acabo de escribir--
La luna llena aparece de repente cuando unas nubes se abren para dejarla ver. La luz vence las intenciones de la noche y vemos como casi sonrientes las platinadas flores dejan de ser hojas para convertirse en dispersas constelaciones en el cielo del árbol.
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Poeta
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