|
Ha muerto Rubén Darío, ¡el de las piedras preciosas!
Hermano, ¡cuántas noches tu espíritu y el mío, unidos para el vuelo, cual dos alas ansiosas, sondar quisieron ávidas el Enigma sombrío, más allá de los astros y de las nebulosas!
Ha muerto Rubén Darío, ¡el de las piedras preciosas!
¡Cuántos años intensos junto al Sena vivimos, engarzando en el oro de un común ideal los versos juveniles que, a veces, brotar vimos como brotan dos rosas a un tiempo de un rosal!
Hoy tu vida, inquieta cual torrente bravío, en el Mar de las Causas desembocó; ya posas las plantas errabundas en el islote frío que pintó Böckin... ¡ya sabes todas las cosas!
Ha muerto Rubén Darío, ¡el de las piedras preciosas!
Mis ondas rezagadas van de las tuyas; pero pronto en el insondable y eterno mar del todo se saciara mi espíritu de lo que saber quiero: del Cómo y del Porqué, de la Esencia y del Modo.
Y tú, como en Lutecia las tardes misteriosas en que pensamos juntos a la orilla del Río lírico, habrás de guiarme... Yo iré donde tu osas, para robar entrambos al musical vacío y al coro de los orbes sus claves portentosas...
Ha muerto Rubén Darío ¡el de las piedras preciosas!
|
Poeta
|
|
Siento que algo solemne va a llegar a mi vida. ¿Es acaso la muerte? ¿Por ventura el amor? Palidece mi rostro, mi alma está conmovida, y sacude mis miembros un sagrado temblor.
Siento que algo sublime va a encarnar en mi barro en el mísero barro de mi pobre existir. Una chispa celeste brotará del guijarro, y la púrpura augusta va el harapo a teñir.
Siento que algo solemne se aproxima, y me hallo todo trémulo; mi alma de pavor llena está. Que se cumpla el destino, que Dios dicte su fallo, para oír la palabra que el abismo dirá.
|
Poeta
|
|
Espacio y tiempo, barrotes de la jaula en que el ánima, princesa encantada, está hilando, hilando cerca de las ventanas de los ojos (las únicas aberturas por donde suele asomarse, lánguida).
Espacio y tiempo, barrotes de la jaula; ya os romperéis, y acaso muy pronto, porque cada mes, hora, instante, os mellan, ¡y el pájaro de oro acecha una rendija para tender las alas!
La princesa, ladina, finge hilar; pero aguarda que se rompa una reja... En tanto, a las lejanas estrellas dice: «Amigas tendedme vuestra escala de la luz sobre el abismo.»
Y las estrellas pálidas le responden: «¡Espera, espera, hermana, y prevén tus esfuerzos: ya tendemos la escala!»
|
Poeta
|
|
La canción que me pediste, la compuse y aquí está; cántala bajito y triste: ella duerme (para siempre); la canción la arrullará.
Cántala bajito y triste, cántala...
|
Poeta
|
|
Atiborrado de filosofía, por culpa del afán que me devora, yo, que ya me sabía dos gramos del vivir, nada sé ahora.
De tanto preguntar el camino a los sabios que pasaban, me quedé sin llegar, mientras tantos imbéciles llegaban...
|
Poeta
|
|
I
Resuelve tornar al padre
No temas, Cristo rey, si descarriado tras locos ideales he partido: ni en mis días de lágrimas te olvido, ni en mis horas de dicha te he olvidado.
En la llaga crüel de tu costado quiere formar el ánima su nido, olvidando los sueños que ha vivido y las tristes mentiras que ha soñado.
A la luz del dolor, que ya me muestra mi mundo de fantasmas vuelto escombros, de tu místico monte iré a la falda,
con un báculo: el tedio, en la siniestra; con andrajos de púrpura en los hombros, con el haz de quimeras a la espalda.
II
De cómo se congratularán del retorno
Tornaré como el Pródigo doliente a tu heredad tranquila; ya no puedo la piara cultivar, y al inclemente resplandor de los soles tengo miedo.
Tú saldrás a encontrarme diligente; de mi mal te hablaré, quedo, muy quedo... y dejarás un ósculo en mi frente y un anillo de nupcias en mi dedo;
y congregando del hogar en torno a los viejos amigos del contorno, mientras yantan risueños a tu mesa,
clamarás con profundo regocijo: «¡Gozad con mi ventura, porque el hijo que perdido llorábamos, regresa!»
III
Pondera lo intenso de la futura vida
¡Oh sí!, yo tornaré; tu amor estruja con invencible afán al pensamiento, que tiene hambre de paz y de aislamiento en la mansa quietud de la cartuja.
¡Oh sí!, yo tornaré; ya se dibuja en el fondo del alma, ya presiento la plácida silueta del convento con su albo domo y su gentil aguja...
Ahí, solo por fin conmigo mismo, escuchando en las voces de Isaías tu clamor insinuante que me nombra,
¡cómo voy a anegarme en el mutismo, cómo voy a perderme en las crujías, cómo voy a fundirme con la sombra!
|
Poeta
|
|
"Vivir sin tus caricias es mucho desamparo; vivir sin tus palabras es mucha soledad; vivir sin tu amoroso mirar, ingenuo y claro, es mucha oscuridad..."
Vuelvo pálida novia, que solías mi retorno esperar tan de mañana, con la misma canción que preferías y la misma ternura de otros días y el mismo amor de siempre, a tu ventana.
Y elijo para verte, en delicada complicidad con la Naturaleza, una tarde como ésta: desmayada en un lecho de lilas, e impregnada de cierta aristocrática tristeza.
¡Vuelvo a ti con los dedos enlazados en actitud de súplica y anhelo -como siempre-, y mis labios no cansados de alabarte, y mis ojos obstinados en ver los tuyos a través del cielo!
Recíbeme tranquila, sin encono, mostrando el deje suave de una hermana; murmura un apacible: "Te perdono", y déjame dormir con abandono, en tu noble regazo, hasta mañana...
|
Poeta
|
|
Yo ya me despedía.... y palpitante cerca mi labio de tus labios rojos, «Hasta mañana», susurraste; yo te miré a los ojos un instante y tú cerraste sin pensar los ojos y te di el primer beso: alcé la frente iluminado por mi dicha cierta.
Salí a la calle alborozadamente mientras tu te asomabas a la puerta mirándome encendida y sonriente. Volví la cara en dulce arrobamiento, y sin dejarte de mirar siquiera, salté a un tranvía en raudo movimiento; y me quedé mirándote un momento y sonriendo con el alma entera, y aún más te sonreí... Y en el tranvía a un ansioso, sarcástico y curioso, que nos miró a los dos con ironía, le dije poniéndome dichoso: -«Perdóneme, Señor esta alegría.»
|
Poeta
|
|
Mi alma es una princesa en su torre metida, con cinco ventanitas para mirar la vida. Es una triste diosa que el cuerpo aprisionó. y tu alma, que desde antes de morirte volaba, es un ala magnífica, libre de toda traba... Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo!
¡Qué entiendo de las cosas! Las cosas se me ofrecen, no como son de suyo, sino como aparecen a los cinco sentidos con que Dios limitó mi sensorio grosero, mi percepción menguada. Tú lo sabes hoy todo..., ¡yo, en cambio, no sé nada! Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo!
|
Poeta
|
|
El día que me quieras tendrá más luz que junio; la noche que me quieras será de plenilunio, con notas de Beethoven vibrando en cada rayo sus inefables cosas, y habrá juntas más rosas que en todo el mes de mayo.
Las fuentes cristalinas irán por las laderas saltando cristalinas el día que me quieras.
El día que me quieras, los sotos escondidos resonarán arpegios nunca jamás oídos. Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.
Cogidas de la mano cual rubias hermanitas, luciendo golas cándidas, irán las margaritas por montes y praderas, delante de tus pasos, el día que me quieras... Y si deshojas una, te dirá su inocente postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras, tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras, y en el estanque, nido de gérmenes ignotos, florecerán las místicas corolas de los lotos.
El día que me quieras será cada celaje ala maravillosa; cada arrebol, miraje de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar, cada árbol una lira, cada monte un altar.
El día que me quieras, para nosotros dos cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
|
Poeta
|
|