|
Poeta ayer, hoy triste y pobre filósofo trasnochado, tengo en monedas de cobre el oro de ayer cambiado.
Sin placer y sin fortuna, pasó como una quimera mi juventud, la primera... la sola, no hay más que una: la de dentro es la de fuera.
Pasó como un torbellino, bohemia y aborrascada, harta de coplas y vino, mi juventud bien amada.
Y hoy miro a las galerías del recuerdo, para hacer aleluyas de elegías desconsoladas de ayer.
¡Adiós, lágrimas cantoras, lágrimas que alegremente brotabais, como en la fuente las limpias aguas sonoras!
¡Buenas lágrimas vertidas por un amor juvenil, cual frescas lluvias caídas sobre los campos de abril!
No canta ya el ruiseñor de cierta noche serena; sanamos del mal de amor que sabe llorar sin pena.
Poeta ayer, hoy triste y pobre filósofo trasnochado, tengo en monedas de cobre el oro de ayer cambiado.
|
Poeta
|
|
¡Ay del que llega sediento a ver el agua correr, y dice: la sed que siento no me la calma el beber!
¡Ay de quien bebe y, saciada la sed, desprecia la vida: moneda al tahúr prestada, que sea al azar rendida!
Del iluso que suspira bajo el orden soberano, y del que sueña la lira pitagórica en su mano.
¡Ay del noble peregrino que se para a meditar, después de largo camino en el horror de llegar!
¡Ay de la melancolía que llorando se consuela, y de la melomanía de un corazón de zarzuela!
¡Ay de nuestro ruiseñor, si en una noche serena se cura del mal de amor que llora y canta sin pena!
¡De los jardines secretos, de los pensiles soñados, y de los sueños poblados de propósitos discretos!
¡Ay del galán sin fortuna que ronda a la luna bella; de cuantos caen de la luna, de cuantos se marchan a ella!
¡De quien el fruto prendido en la rama no alcanzó, de quien el fruto ha mordido y el gusto amargo probó!
¡Y de nuestro amor primero y de su fe mal pagada, y, también, del verdadero amante de nuestra amada!
|
Poeta
|
|
Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por sonde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, oscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón, tristeza. Tristeza que es amor! ¡Campos de Soria, donde parece que las rocas sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!
|
Poeta
|
|
De la ciudad moruna tras las murallas viejas, yo contemplo la tarde silenciosa a solas con mi sombra y con mi pena.
El río va corriendo entre sombrías huertas y grises olivares, por los alegres campos de Baeza.
Tienen la vides pámpanos dorados sobre las rojas cepas. Guadalquivir, como un alfanje roto y disperso, reluce y espejea.
Lejos, los montes duermen envueltos en la niebla, niebla de otoño, maternal; descansan las rudas moles de su ser de piedra en ésta tibia tarde de Noviembre, tarde piadosa, cárdena y violenta
El viento ha sacudido los mustios olmos de la carretera, levantando en rosados torbellinos el polvo de la tierra. La luna está subiendo amoratada, jadeante y llena.
Los caminitos blancos se cruzan y se alejan, buscando los dispersos caseríos del valle de la sierra. Caminos de los campos... ¡Ay, ya no puedo caminar con ella!
|
Poeta
|
|
Un libro de amores, de flores fragantes y bellas, de historias de lirios que amasen estrellas; un libro de rosas tempranas y espumas de mágicos lagos en tristes jardines, y enfermos jazmines, y brumas lejanas de montes azules... Un libro de olvido divino que dice fragancia del alma, fragancia que puede curar la amargura que da la distancia, que sólo es el alma la flor del camino. Un libro que dice la blanca quimera de la Primavera, de gemas y rosas ceñida, en una lejana, brumosa pradera perdida...
París, junio de 1901.
|
Poeta
|
|
Palacio, buen amigo, ¿está la primavera vistiendo ya las ramas de los chopos del río y los caminos? En la estepa del a1to Duero, Primavera tarda, ¡pero es tan bella y dulce cuando llega!... ¿ Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas? Aún las acacias estarán desnudas y nevados los montes de las sierras. ¡Oh mole del Moncayo blanca y r0sa, allá, en el cielo de Aragón, tan bella! ¿Hay zarzas florecidas entre las grises peñas, y blancas margaritas entre la fina hierba? Por esos campanari0s ya habrán ido llegando las cigüeñas. Habrá trigales verdes, y mulas pardas en las sementeras, y labriegos que siembran los tardíos con las lluvias de abril. Ya las abejas libarán del tomillo y del romero. ¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas? Furtivos cazadores, los reclamos de la perdiz bajo las capas luengas, no faltarán. Palacio, buen amigo, ¿tienen ya ruiseñores las riberas? Con los primeros lirios y las primeras rosas de las huertas, en una tarde azul, sube al Espino, al alto Espino donde está su tierra. ..
(Baeza, 29 de abril de 1913.)
|
Poeta
|
|
HE ANDADO MUCHOS CAMINOS
He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas, he navegado en cien mares y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto caravanas de tristeza, soberbios y melancòlicos borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño que miran, callan y piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas.
Mala gente que camina y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio, preguntan adònde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa ni aun en los días de fiesta. Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca
Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos descansan bajo la tierra.
|
Poeta
|
|
Una larga carretera entre grises peñascales, y alguna humilde pradera donde pacen negros toros. Zarzas, malezas,jarales.
Está la tierra mojada por las gotas del rocío, y la alameda dorada, hacia la curva del río. Tras los montes de violeta quebrado el primer albor: a la espalda la escopeta, entre sus galgos agudos, caminando un cazador.
|
Poeta
|
|
Te he visto, por el parque ceniciento que los poetas aman para llorar, como una noble sombra vagar, envuelto en tu levita larga. El talante cortés, ha tantos años compuesto de una fiesta en la antesala, ?¡qué bien tus pobres huesos ceremoniosos guardan!? Yo te he visto, aspirando distraído, con el aliento que la tierra exhala ?hoy, tibia tarde en que las mustias hojas húmedo viento arranca?, del eucalipto verde el frescor de las hojas perfumadas. Y te he visto llevar la seca mano a la perla que brilla en tu corbata.
|
Poeta
|
|
RETRATO
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo —quien habla solo espera hablar a Dios un día—; mi soliloquio es plática con ese buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último vïaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
Antonio Machado, 1906
|
Poeta
|
|