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¿Eres tú,. Guadarrama, viejo amigo, la sierra gris y blanca, la sierra de mis tardes madrileñas que yo veía en el azul pintada?
Por tus barrancos hondos y por tus cumbres agrias, mil Guadarramas y mil sones vienen cabalgando conmigo, a tus entrañas.
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Poeta
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En la desnuda tierra del camino la hora florida brota, espino solitario, del valle humilde en la revuelta umbrosa.
El salmo verdadero de tenue voz hoy torna al corazón, y al labio, la palabra quebrada y temblorosa.
Mis viejos mares duermen; se apagaron sus espumas sonoras sobre la playa estéril. La tormenta camina lejos en la nube torva.
Vuelve la paz al cielo; la brisa tutelar esparce aromas otra vez sobre el campo, y aparece, en la bendita soledad, tu sombra.
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Poeta
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En Córdoba, la serrana; en Sevilla, marinera y labradora, que tiene hinchada, hacia el mar, la vela; y en el ancho llano por donde la arena sorbe la baba del mar amargo, hacia la fuente del Duero mi corazón, ¡Soria pura!, se tornaba... ¡Oh, fronteriza entre la tierra y la luna!
¡Alta paramera donde corre el Duero niño, tierra donde está su tierra!
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Poeta
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Está en la sala familiar, sombría, y entre nosotros, el querido hermano que en el sueño infantil de un claro día vimos partir hacia un país lejano.
Hoy tiene ya las sienes plateadas, un gris mechón sobre la angosta frente y la fría inquietud de sus miradas revela un alma casi toda ausente.
Deshójanse las copas otoñales del parque mustio y viejo. La tarde, tras los húmedos cristales se pinta, y en el fondo del espejo,
el rostro del hermano se ilumina suavemente. ¿Floridos desengaños dorados por la tarde que declina? ¿Ansias de nueva vida en nuevos años? ¿Lamentará la juventud perdida? Lejos quedó -la pobre loba- muerta. ¿La blanca juventud nunca vivida teme, que ha de cantar ante su puerta?
¿Sonríe el sol de oro de la tierra de un sueño no encontrada; y ve su nave hender el mar sonoro, de viento y luz la blanca vela hinchada?
Él ha visto las hojas otoñales, amarillas, rodar, las olorosas ramas del eucalipto, los rosales que enseñan otra vez sus blancas rosas
Y este dolor que añora o desconfía el temblor de una lágrima reprime, y un resto de viril hipocresía en el semblante pálido se imprime.
Serio retrato en la pared clarea todavía. Nosotros divagamos. En la tristeza del hogar golpea el tic-tac del reloj. Todos callamos.
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Poeta
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El sol es un globo de fuego, la luna es disco morado.
Una blanca paloma se posa en el alto ciprés centenario.
Los cuadros de mirtos parecen de marchito velludo empolvado.
¡El jardín y la tarde tranquila!... Suena el agua en la fuente de mármol.
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Poeta
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El limonero lánguido suspende una pálida rama polvorienta sobre el encanto de la fuente limpia, y allá en el fondo sueñan los frutos de oro…
Es una tarde clara, casi de primavera, tibia tarde de marzo, que el hálito de abril cercano lleva; y estoy solo, en el patio silencioso, buscando una ilusión cándida y vieja: alguna sombra sobre el blanco muro, algún recuerdo, en el pretil de piedra de la fuente dormido, o, en el aire, algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota ese aroma de ausencia que dice al alma luminosa: nunca, y al corazón: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara, casi de primavera, tarde sin flores, cuando me traías el buen perfume de la hierbabuena y de la buena albahaca que tenía mi madre en sus macetas. Que tú me viste hundir mis manos puras en el agua serena, para alcanzar los frutos encantados que hoy en el fondo de la fuente sueñan…
Sí, te conozco, tarde alegre y clara, casi de primavera.
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Poeta
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I El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas, de la madrugada. Mataron a Federico cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara. Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva! Muerto cayó Federico. -sangre en la frente y plomo en las entrañas-. ...Que fue en Granada el crimen sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...
II El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella, sin miedo a su guadaña. Ya el sol en torre y torre; los martillos en yunque - yunque y yunque de las fraguas. Hablaba Federico, requebrando a la muerte. Ella escuchaba. "Porque ayer en mi verso, compañera, sonaba el golpe de tus secas palmas, y diste el hielo a mi cantar, y el filo a mi tragedia de tu hoz de plata, te cantaré la carne que no tienes, los ojos que te faltan, tus cabellos que el viento sacudía, los rojos labios donde te besaban... Hoy como ayer, gitana, muerte mía, qué bien contigo a solas, por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"
III Se le vio caminar..
Labrad, amigos, de piedra y sueño, en el Alhambra, un túmulo al poeta, sobre una fuente donde llore el agua, y eternamente diga: el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
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Poeta
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Yo escucho los cantos de viejas cadencias que los niños cantan cuando en coro juegan,
y vierten en coro sus almas que sueñan, cual vierten sus aguas las fuentes de piedra:
con monotonías de risas eternas que no son alegres, con lágrimas viejas
que no son amargas y dicen tristezas, tristezas de amores de antiguas leyendas.
En los labios niños, las canciones llevan confusa la historia y clara la pena;
como clara el agua lleva su conseja de viejos amores que nunca se cuentan.
Jugando, a la sombra de una plaza vieja, los niños cantaban…
La fuente de piedra vertía su eterno cristal de leyenda.
Cantaban los niños canciones ingenuas de un algo que pasa y que nunca llega: la historia confusa y clara la pena.
Seguía su cuento la fuente serena; borrada la historia, contaba la pena.
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Poeta
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Desnuda está la tierra, y el alma aúlla al horizonte pálido como loba famélica. Qué buscas, poeta, en el ocaso?
Amargo caminar, porque el camino pesa en el corazón. El viento helado, y la noche que llega, y la amargura de la distancia!... En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean; en los montes lejanos hay oro y sangre... El sol murió... Qué buscas, poeta, en el ocaso?
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Poeta
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(A Don Francisco Giner de los Ríos)
Cuando se fue el maestro la luz de esta mañana me dijo: Van tres días que mi hermano Francisco no trabaja. ?Murió? Sólo sabemos que se nos fue por una senda clara diciéndonos: Hacedme un duelo de labores y esperanzas. Sed buenos y no más, sed lo que he sido entre vosotros: alma. Vivid, la vida sigue los muertos mueren y las sombras pasan lleva quien deja y vive el que ha vivido. !Yunques sonad; enmudeced campanas!
Y hacia otra luz más pura partió el hermano de la luz del alba, del sol de los talleres, el viejo alegre de la vida santa. Llevad amigos su cuerpo a la montaña a los azules montes del ancho Guadarrama. Allí hay barrancos hondos de pinos verdes donde el viento canta. Su corazón repose bajo una encina casta, en tierra de tomillos, donde juegan mariposas doradas. Allí el maestro un día soñaba un nuevo florecer de España.
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Poeta
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