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A ti vengo en mis horas de sed como a una fuente límpida, fresca, mansa, colosal... y las punzantes sierpes de fuego mueren siempre en la corriente blanda y poderosa.
Vengo a ti en mi cansancio, como al umbroso bosque en cuyos terciopelos profundos la fatiga se aduerme dulcemente, con música de brisas, de pájaros y aguas... y del umbroso bosque salgo siempre radiante y despierta como un amanecer.
Vengo a ti en mis heridas, como al vaso de bálsamos en que el dolor se embriaga hasta morir de olvido... Y llevo selladas mis heridas como las bocas muertas, y por tus buenas manos vendadas de delicias.
Cuando el frío me ciñe doloroso sudario, lívida vengo a ti, como al rincón dorado del hogar, ¡como al Hogar universal del Sol!... Y vuelvo toda en rosas como una primavera, arropada en tu fuego.
A ti vengo en mi orgullo como a la torre dúctil, como a la torre única ¡que me izará sobre las cosas todas! ¡Sobre la cumbre misma, arriscada y creciente, de mi eterno capricho!
Para mi vida hambrienta ¡eres la presa única! ¡Eres la presa eterna! El olor de tu sangre, el color de tu sangre flamean en los picos ávidos de mis águilas.
Vengo a ti en mi deseo como en mil devorantes abismos, toda abierta el alma incontenible... ¡Y me lo ofreces todo!... Los mares misteriosos florecidos en mundos, los cielos misteriosos florecidos en astros, ¡los astros y los mundos! ...Y las constelaciones de espíritus suspensas entre mundos y astros... ...Y los sueños que viven más allá de los astros, más acá de los mundos...
¿Cómo dejarte? -¡Vida!- cómo salir del dulce corazón hospitalario y pródigo como una patria fértil?... Si para mí la tierra, si para mí el espacio, ¡todos! ¡son los que abarca el horizonte puro de tus brazos!... ¡Si para mí tu más allá es la Muerte, sencillamente, prodigiosamente!...
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Poeta
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Ven, oye, yo te evoco. Extraño amado de mi musa extraña, ven, tú, el que meces los enigmas hondos en el vibrar de las pupilas cálidas. El que ahondas los cauces de amatista de las ojeras cárdenas... Ven, oye, yo te evoco, extraño amado de mi musa extraña!
Ven, tú, el que imprime un solemne ritmo al parpadeo de la tumba helada! el que dictas los lúgubres acentos del decir hondo de las sombras trágicas. Ven, tú, el poeta abrumador, que pulsas la lira del silencio: la más rara! La de las largas vibraciones mudas, la que se acorda al diapasón del alma! Ven, oye, yo te evoco, extraño amado de mi musa extraña!
Ven acércate a mí, que en mis pupilas se hunden las tuyas en tenaz mirada, vislumbre en ellas el sublime enigma del "más allá", que espanta... Ven... acércate más... clava en mis labios tus fríos labios de ámbar, guste yo en ellos el sabor ignoto, de la esencia enervante de tu alma!
Ven, oye, yo te evoco, extraño amado de mi musa extraña!
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Poeta
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Engastada en mis manos fulguraba como extraña presea, tu cabeza; yo la ideaba estuches, y preciaba luz a luz, sombra a sombra su belleza.
En tus ojos tal vez se concentraba la vida, como un filtro de tristeza en dos vasos profundos... yo soñaba que era una flor de mármol tu cabeza;...
Cuando en tu frente nacarada a luna, como un monstruo en la paz de una laguna surgió un enorme ensueño taciturno...
Ah! tu cabeza me asustó... Fluía de ella una ignota vida... Parecía no sé qué mundo anónimo y nocturno...
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Poeta
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Yo hacía una divina labor, sobre la roca creciente del orgullo. De la vida lejana algún pétalo vivo voló en la mañana, algún beso en la noche. Tenaz como una loca,
seguía mi divina labor sobre la roca, cuando tu voz que funde como sacra campana en la nota celeste la vibración humana, tendió su lazo de oro al borde de tu boca;
-¡Maravilloso nido del vértigo, tu boca! Dos pétalos de rosa abrochando un abismo...- Labor, labor gloriosa, dolorosa y liviana;
tela donde mi espíritu se fue tramando él mismo tú quedas en la testa soberbia de la roca, y yo caigo sin fin en el sangriento abismo!
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Poeta
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Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte: jardinero de oro de la vida, jardinero de fuego de la muerte, en el carmen fecundo de mi vida.
Pico de cuervo con olor de rosas, aguijón enmelado de delicias tu lengua es. Tus manos misteriosas son garras enguantadas de caricias.
Tus ojos son mis medianoches crueles, panales negros de malditas mieles que se desangran en mi acerbidad;
crisálida de un vuelo del futuro, es tu abrazo magnífico y oscuro torre embrujada de mi soledad.
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Poeta
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(Boceto de un poema)
En el balcón romántico de un castillo adormido que los ojos suspensos de la noche adiamantan, una figura blanca hasta la luz... Erguido bajo el balcón romántico del castillo adormido, un cuerpo tenebroso... Alternándose cantan.
-¡Oh tú, flor augural de una estirpe suprema que doblará los pétalos sensitivos del alma, nata de azules sangres, aurisolar diadema florecida en las sienes de la Raza!... Suprema- Mente pulso en la noche tu corazón en calma!
-¡Oh tú que surges pálido de un gran fondo de enigma como el retrato incógnito de una tela remota!... Tu sello puede ser un blasón ó un estigma; en las aguas cambiantes de tus ojos de enigma un corazón herido -y acaso muerto- flota!
-Los ojos son la Carne y son el Alma: mira! Yo soy la Aristocracia lívida del Dolor que forja los puñales, las cruces y las liras, que en las llagas sonríe y en los labios suspira... Satán pudiera ser mi semilla ó mi flor!
Soy fruto de aspereza y maldición: yo amargo y mancho mortalmente el labio que me toca; mi beso es flor sombría de un Otoño muy largo... Exprimido en tus labios dará un sabor amargo, y todo el Mal del Mundo florecerá en tu boca!
Bajo la aurora fúlgida de tu ilusión, mi vida extenderá las ruinas de un apagado Averno; vengo como el vampiro de una noche aterida a embriagarme en tu sangre nueva: llego á tu vida derramada en capullos, como un ceñudo Invierno!
-!Cómo en pétalos flojos yo desmayo á tu hechizo!... Traga siniestro buitre mi pobre corazón! En tus manos mi espíritu es dúctil como un rizo... El corazón me lleva á tu siniestro hechizo como el barco inconsciente el ala del timón!
Comulga con mi cuerpo devoradora sima! Mi alma clavo en tu alma como una estrella de oro; florecerá tu frente como una tierra opima, cuando en tu almohada trágica y honda como una sima, mis rizos se derramen como una fuente de oro!
-Mi alma es negra tumba, fría como la Nieve... -Buscaré una rendija para filtrarme en luz ! -Albo lirio !... A tocarte ni mi sombra se atreve... -Te abro; ¡ oh mancha de lodo ! mi gran cáliz de nieve y tiendo á ti eucarísticos mis brazos, negra cruz!
Enróscate; ¡oh serpiente caída de mi Estrella sombría! a mi ardoroso tronco primaveral... Yo apagaré tu Noche ó me incrustaré en ella: seré en tus cielos negros el fanal de una estrella seré en tus mares turbios la estrella de un fanal!
Sé mi bien ó mi mal, yo viviré en tu vida! Yo enlazo á tus espinas mi hiedra de Ilusión... Seré en ti una paloma que en una ruina anida; soy blanca, y dulce, y leve; llévame por la Vida prendida como un lirio sobre tu corazón!
-Oh dulce, dulce lirio!... Llave de las alburas! Tú has abierto la sala blanca en mi alma sombría, la sala en que silentes las Ilusiones puras en dorados sitiales, tejen mallas de alburas!... -Tu alma se vuelve blanca porque va siendo mía!
-Oh leyes de Milagro!... yo, hijo de la sombra Morder tu carne rubia: oh fruto de los soles! -Soy tuya fatalmente: mi silencio te nombra, y si la tocas tiembla como un alma mi sombra!... Oh maga flor del Oro brotada en mis crisoles!
-Los surcos azurados del Ensueño sembremos de alguna palpitante simiente inconcebida que arda en florecimientos imprevistos y extremos; y al amparo inefable de los cielos sembremos de besos extrahumanos las cumbres de la Vida!
Amor es milagroso, invencible y eterno; la vida formidable florece entre sus labios... Raiz nutrida en la entraña del Cielo y del Averno, viene á dar á la tierra el fuerte fruto eterno cuyo sangriento zumo se bebe á cuatro labios!
Amor es todo el Bien y todo el Mal, el Cielo todo es la arcada ardiente de sus alas cernidas... Bajar de un plinto vano es remontar el vuelo... Y Él te impulsa á mis brazos abiertos como el Cielo, oh suma flor con alma, á deshojar en vidas!...
En el balcón romántico de un castillo adormido que los ojos suspensos en la Noche adiamantan, el Silencio y la Sombra se acarician sin ruido... Bajo el balcón romántico del castillo adormido un fuerte claro-oscuro y dos voces que cantan...
De "Elegías dulces"
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Poeta
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«Ha muerto..., ha muerto...», dicen tan claro que no entiendo...
¡Verter licor tan suave en vaso tan tremendo!... Tal vez fue un mal extraño tu mirar por divino, tu alma por celeste, o tu perfil por fino...
Tal vez fueron tus brazos dos capullos de alas... ¡Eran cielo a tu paso los jardines, las salas, y te asomaste al mundo dulce como una muerta! Acaso tu ventana quedó una noche abierta.
-¡Oh, tentación de alas, una ventana abierta!- ¡Y te sedujo un ángel por la estrella más pura... y tus alas abrieron, y cortaron la altura en un tijeretazo de luz y de candor!
Y en la alcoba que tu alma tapizaba de armiño, donde ardían los vasos de rosas de cariño, la Soledad llamaba en silencio al Horror...
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Poeta
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En mis sueños de amor, ¡yo soy serpiente! gliso y ondulo como una corriente; dos píldoras de insomnio y de hipnotismo son mis ojos; la punta del encanto es mi lengua... ¡y atraigo con mi llanto! soy un pomo de abismo.
Mi cuerpo es una cinta de delicia, glisa y ondula como una caricia...
Y en mis sueños de odio ¡soy serpiente! mi lengua es una venenosa fuente; mi testa es la luzbélica diadema, haz de la muerte, en un fatal soslayo son mis pupilas; y mi cuerpo en gema ¡es la vaina del rayo!
Si así sueño mi carne, así es mi mente: un cuerpo largo, largo, de serpiente, vibrando eterna, ¡voluptuosamente!
Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte: jardinero de oro de la vida, jardinero de fuego de la muerte en el carmen fecundo de mi vida.
Pico de cuervo con olor de rosas, aguijón enmelado de delicias tu lengua es. Tus manos misteriosas son garras enguantadas de caricias.
Tus ojos son mis medianoches crueles, panales negros de malditas mieles que se desangran en la acerbidad;
crisálida de un vuelo del futuro, es tu brazo magnífico y oscuro, torre embrujada de mi soledad.
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Poeta
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-Eros: ¿acaso no sentiste nunca Piedad de las estatuas? Se dirían crisálidas de piedra de yo no sé qué formidable raza en una eterna espera inenarrable. Los cráteres dormidos de sus bocas dan la ceniza negra del Silencio, mana de las columnas de sus hombros la mortaja copiosa de la Calma, y fluye de sus órbitas la noche: Víctimas del futuro o del misterio, en capullos terribles y magníficos esperan a la Vida o a la Muerte. Eros: ¿acaso no sentiste nunca Piedad de las estatuas?
Piedad para las vidas Que no doran a fuego tus bonanzas Ni riegan o desgajan tus tormentas; Piedad para los cuerpos revestidos Del armiño solemne de la Calma, Y las frentes en luz que sobrellevan Grandes lirios marmóreos de pureza, Pesados y glaciales como témpanos; Piedad para las manos enguantadas De hielo, que no arrancan Los frutos deleitosos de la Carne Ni las flores fantásticas del alma; Piedad para los ojos que aletean Espirituales párpados: Escamas de misterio, Negros telones de visiones rosas... ¡Nunca ven nada por mirar tan lejos! Piedad para las pulcras cabelleras -Místicas aureolas- Peinadas como lagos Que nunca airea el abanico negro, Negro y enorme de la tempestad; Piedad para los ínclitos espíritus Tallados en diamante, Altos, claros, extáticos Pararrayos de cúpulas morales; Piedad para los labios como engarces Celestes donde fulge Invisible la perla de la Hostia; -Labios que nunca fueron, Que no apresaron nunca Un vampiro de fuego Con más sed y más hambre que un abismo.- Piedad para los sexos sacrosantos Que acoraza de una Hoja de viña astral la Castidad; Piedad para las plantas imantadas De eternidad que arrastran Por el eterno azur Las sandalias quemantes de sus llagas; Piedad, piedad, piedad Para todas las vidas que defiende De tus maravillosas intemperies El mirador enhiesto del Orgullo: Apúntales tus soles o tus rayos!
Eros: ¿acaso no sentiste nunca Piedad de las estatuas?...
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Poeta
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Manos que sois de la Vida, manos que sois del Ensueño; que disteis toda belleza que toda belleza os dieron; tan vivas como dos almas, tan blancas como de muerto, tan suaves que se diría acariciar un recuerdo; vasos de los elixires los filtros y los venenos; ¡manos que me disteis gloria manos que me disteis miedo! Con finos dedos tomasteis la ardiente flor de mi cuerpo... Manos que vais enjoyadas del rubí de mi deseo, la perla de mi tristeza, y el diamante de mi beso: ¡llevad a la fosa misma un pétalo de mi cuerpo! Manos que sois de la Vida, manos que sois del Ensueño.
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¿En qué tela de llamas me envolvieron las arañas de nieve de tus manos? ¡Red de tu alma y de tu carne, lía mis alas y mis brazos!
Tú me llegaste de un país tan lejos que a veces pienso si será soñado... Venías a traerme mi destino, tal vez desde el Olimpo, en esas manos; y hoy que tu nave peregrina cruza no sé que mar al soplo del Acaso, ellas abren sin fin sobre mi vida, como un cielo presente aunque lejano, y de sus palmas armoniosas bajan noches y días alhajados de astros, o encapuzados de siniestras nubes que me apuntan sus rayos...
Ellas me alzaron como un lirio roto de mi tristeza como de un pantano; me desvelaron de melancolías, obturaron las venas de mi llanto, las corolas de oro de mis lámparas de insomnio deshojaron, abrieron deslumbrantes los dormidos capullos de mis astros, y gráciles prendieron en mi pecho la rosa del Encanto.
Mis alas embriagadas de pereza, con dulzura balsámica peinaron, les curaron las llagas de la tierra, y apartando las puertas del Milagro, con un gesto que hacía un horizonte una vía de azur me señalaron... Yo abrí los brazos al tender las alas... ¡quise volar... y desmayé en tus manos!
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¿En qué tela de fuego me envolvieron las arañas de nieve de tus manos? ¡Red de tu alma y de tu carne, lía mis alas y mis brazos!
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¡Manos que sois de la Vida, manos que sois del Ensueño; manos que me disteis gloria, manos que me disteis miedo! Llevad a la fosa misma un pétalo de mi cuerpo...
-¿Contendrán esas manos divinas, invisible, el doloroso signo de las supremas leyes?... ¡Yo creo que solemnes, dominarán al Tiempo! ¡y dulces, juraría que hechizan a la Muerte!-
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¡Manos que sois de la Vida! ¡Manos que sois del Ensueño! ¡Manos que me disteis gloria! ¡Manos que me disteis miedo!
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Poeta
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