Prosas poéticas :  La Apoteósis de Segourney Weber.
La Apoteosis de Segourney Weber.

Los muchachos avanzan con sus formidables lanzallamas. Son hermosos muchachos como ramas de sauce, en su delgada presencia la esbeltez de los mirtos se comba y se retuerce como largas serpientes. En sus ojos oscuros hay ponientes de lilas, y es su fortaleza endeble como los lirios, y en sus labios granates de difíciles jacintos, hay un toque maligno de pecado y lascivia. Llevan en las manos los lanzallamas como pequeños reyes Arturos soberbios Excalibures, y son tigres de Bengala, gallos vietnamitas, tiburones del Índico, o arcángeles de nieve.

Los monstruos están encerrados en formol transparente. Como engendros de nausea, rencor, y pesadilla. Los hay que tienen ojos inyectados de sangre. Los hay que son sólo un ojo o una boca dentuda, los hay que son arañas con orejas de gato, los hay que son serpientes con patas de coleóptero, otros tienen esfínteres en la boca sin dientes, otros tienen diez brazos, siete penes, dos alas, uno tiene en la cabeza una orquídea, y otro tiene en la lengua la pezuña de un toro. Siete engendros cabalgan a lomos de una pulga, siete pares de ovarios caben en un colmillo, otro tiene tres lenguas y catorce narices, y otro tiene dos cuellos retorcidos en uno. Los muchachos son bellos como rosas sangrantes. Suena un golpe de piano y un respirar de armónicas, y las orquídeas tienen las corolas torcidas y hay sedientas gardenias rosas como la aurora.

Los muchachos avanzan y en el instante preciso hacen arder sus soberbios lanzallamas. Y un furibundo espejo refleja siete escualos, y una rosa perfuma el aire gota a gota.

Rugen los lanzallamas sobre los monstruos amarillos. Se quema el escorpión y el híbrido de cangrejo. El calamar con dientes se quema en una antorcha, y el león de tres ojos muerde sierpes de fuego. Los cuarenta demonios pierden los tres anillos, una rosa de pelos se descoyunta en un cirio, la serpiente bicéfala pierde su rostro amable, y el dragón de mil uñas pierde su voz de arena.

Rugen los lanzallamas y los monstruos perecen. Perece el cuervo rubio y el elefante perro, perece el gallo mosca y los mosquitos murciélagos, y el monstruo de cinco ojos pierde su cabellera.

Rugen los lanzallamas bajo acordes de lilas y los recintos de formol y acrilamida, y la sirena tuerta arde como una tea, y los chavales son bellos como atlantes de azúcar.

Pasan los chavales quemando abominaciones, hermosos y lascivos como fuentes perfumadas.

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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Poeta

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