Poemas :  La diabla
La diabla
De vestimenta negra y capa roja

Una noche de luna llena, de rayos luminosos brillantes
Iba raudo y presuroso por la calle real, de sudores sofocantes
De repente divisé en la mitad de la vía, una figura de mujer fascinante
Toda vestida de negro, con una capa roja y zapatillas brillantes
Cubría su rostro con un velo blanco, manchado y sangrante
Entré en miedos y pánicos, me paralicé al ver esa figura escalofriante
Quedé mudo, los cabellos se me crisparon en forma espeluznante
Ella se movía de un lado a otro, en torno de reto amenazante
Los ojos se me brotaron, nunca había visto algo igual o semejante
Se movía como si estuviera bailando, todo era miedoso y desconcertante

De un momento a otro desperté de la pesadilla, me hice a un lado y seguí caminando
Apresuré el paso, miré hacía atrás y me seguía de cerca, en mis espaldas observando
Me igualó la marcha y el caminar, el viento soplaba de su capa roja la estaba levantando
Se me adelantó, me fue acorralando y orillando, de mis respiraciones silenciando

Mi cuerpo temblaba y sudaba, el corazón latía como si se quisiera salir de su compostura
Esta mujer sacó su rastrillo en forma de trinche y lo levantó con su empuñadura
De sus zapatillas salían chispas, de jinete sin cabalgadura
El viento soplaba fuerte, de su vestimenta negra, sacudiendo su fantasmal figura
Se contorsionaba dejando entrever, su esquelética armadura
Blandía su rabo con su flecha, direccionando su curvatura
Se levantó el velo que cubría su cara, dejando ver las cuencas de su amargura
Quedé nuevamente del horror paralizado, como muerto sin sepultura
Mostraba su dentadura, como si se estuviera riendo, del demonio su fantasmal travesura

Diabla vestida de negro y capa roja, del mismísimo lucifer del inframundo
De mis andares de mujeres y placeres, de cantinas de muladares de vagabundo
Buscando otros quereres de amores, encontré esta mujer de alaridos de ultratumba profundos
Me rodeo con su vestimenta y capa roja, de olores de perfúmenos de azufre y chivos nauseabundos
Succionó la savia de mi vida, dejándome esquelético de estertores de moribundo
Sin entierros, sin velorios, sin cenizas, sin despedidas quedé allí tirado
Agonizante y muerto, en horas que no llevan minutos, ni segundos

“Joreman” Jorge Enrique Mantilla – Bucaramanga sep 06-2020
Poeta

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