Poemas :  Carta a una señorita en viaje
(recordando a Cortazar)

Mujer:

Hace tiempo que desapareciste y te llevaste mis raíces entre los cabellos, hace tiempo que dejamos las sombras libres a plena luz del día jugando con gente extraña, hace tiempo que los pétalos de tu flor dejaron de abrirse en mis jardines. Y heme aquí, asustado con tanto invierno, tanto polvo que se aferra egoísta a recordarme que me vuelvo añejo y que aquel juego debe ya pasar al recuerdo y al cajón. El tabaco se ha mudado definitivamente para acá, está demás decirte que aquellos pellejos a los que un día les cantabas canciones hoy son sólo una tonada triste al final de una calle. Han pasado varios meses y te me presentas de las formas más inusuales, ayer por ejemplo, eras los ojos de la mujer con la que bebía en ese bar al que nunca quisiste entrar. En otra ocasión me sonreíste con tu forma favorita de aparecer, el café. No cabe duda que a pesar de ocultarnos de nuestras propias miradas sigas aquí, terca, necia, fugaz.

Aprendí a contarte en historias, historias a las que el final cambia conforme pasan los días. A veces te vuelves le heroína de una casa que se viene abajo, otras eres la ecuación perfecta para las noches en vela, mi favorita, y que últimamente se mantiene elegantemente arraigada en la casa, es la villana; me revuelve las cosas justo como lo hacías, pone el caos bajo sus rodillas justo como tú.
Las fotografías ya no dicen mucho, se quejan y se quiebran cada que las miro, se han vuelto testarudas y desiertas. He caminado más de lo que llegué a caminar contigo y he aprendido de memoria tantas banquetas como baldíos vacíos.

La lluvia cada vez me sienta mejor, pero resulta intimidante sin tus gritos coloreando las calles. Hace días que el reflejo me pide a gritos más y más argumentos, y la verdad es que me he quedado sin palabras. Me dediqué a sanar cada una de las letras de mi abecedario, quitando tus aromas, humedades y caprichos. Te cuento que ahora le sonríen a alguien más, con tan sólo unas cuantas palabras se ha ganado a pulso mis fantasmas. Se dio a la tarea de poner luz donde dejamos abandonado. Me encontró ausente y lejano bajo un árbol y con mucha delicadeza me enseñó a decir su nombre, ahora cada que le escribo, su sonrisa se asoma. Creo que te hubiera gustado conocerla, tiene estrellas en su rostro, un mundo bajo las manos y un aire de café con leche en la piel. Le gusta amanecer descrita, le gusta poner mi cara a su bebida y dejar correr el tiempo. Aun no es mía, y así como tú, convive muy lejos de mí, a veces parece querer cargar en su espalda la palabra “me quedo” pero se entretiene entre alcohol y camas baratas, disfruto mucho no tenerla hasta tenerla.

Mujer, ya no estás pero tus maletas se quedaron aquí, cada que amanece las encuentro más cerca de la puerta y siempre que me percato de ello me despido saludándolas. Y así como con tu equipaje, me despido saludándote…

Buenas noches.
Roberto. (Julio 25/2014)
Poeta

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