ELEGIA DE LAS PALABRAS
ELEGIA DE LAS PALABRAS
Nos siguen voces mustias,
inconexas, lejanas,
del color de los cirios
sin la flor de la llama.
Ocultamente viven
en la tez escarlata
de los labios aéreos,
inmóviles como alas
de lentas mariposas.
De pronto se abren rápidas,
para cerrarse en climas
de misteriosa calma.
Vuelven a abrirse súbitas,
y son como parásitas
de selvas guturales,
audífonas y mágicas.
Y vuelven a cerrarse
sumisas; y traspasan
libidental orilla
de nieves y de granas.
Se alejan de los tímpanos,
envueltas en las gasas
de acentos y de músicas
y espíritus que vagan.
Sedientas de silencio,
perforan las murallas;
se van como espirales;
se desintegran, pasan
girando en las elípticas;
se tiñen de invioladas
auroras superiores;
sus números enlazan
con todo lo absoluto
de cifras y distancias.
Tal vez alumbran solas
por siglos, como brasas
de estrellas abolidas,
o púrpuras precarias,
hasta que al fin sintiéndose
remotas, inhumanas,
recuerdan longitudes,
descienden y reclaman
calor para su hielo;
raíz para su savia;
salud para el estrago
que albergan enigmáticas.
Y asedian los oídos,
insisten y taladran;
circulan como vientos;
aturden como ráfagas;
y oscuras y furtivas
y agónicas, se abrazan
a las dormidas lenguas,
y nuestros labios hablan
sin saberlo, un idioma
de vidas apagadas;
de abecedarios grises
y exangües consonancias;
de muertos que regresan,
de sombras y de nada.
TEMPESTAD
TEMPESTAD
__Autor: German Pardo García.
A Andrés Holguin
En la dulce magnolia cotidiana
y en el candor de su simplicidad,
han tocado mis dedos muchas veces
la tempestad.
En el agua de espíritus serenos
y piedras en su limpia oscuridad,
he escuchado en las tardes más hermosas
la tempestad.
En el fresno que me abre sus maderas
como un hombre que brinda su bondad,
al ir a reclinarse he presentido
la tempestad.
En los ojos de todas las criaturas;
en toda pequeñez o inmensidad,
ha encontrado mi alma frente a frente
la tempestad.
Vendrá el silencio de absolutas formas;
descenderé a la múltiple unidad,
y todavía escucharé en el polvo
la tempestad.
LA VOZ DEL HOMBRE EN LA NOCHE
LA VOZ DEL HOMBRE EN LA NOCHE
A Antonio Cardona Jaramillo
Es la voz del hombre en la noche.
Algo que solo tiene semejanza
con la voz del hombre en la noche.
Como los sueños corpóreos clandestinamente recorre
desiguales distancias y despierta en sí misma:
en el seno de la voz del hombre en la noche.
Tiene la vigorosa identidad de los rostros análogos
y en su atmósfera ruidos acordes
que se van y regresan y se van otra vez y se mustian,
como la voz del hombre en la noche.
¡Si algo hubiera capaz de matarle su estrago!
¡Si pudiera evadirse de su idéntica asfixia!
¡Si fuera como la voz corporal de los hombres!
¡Pero sólo es igual a sí misma en el tiempo!
¡Siempre igual a la voz del hombre en la noche!
La voz de los que van a morir pudiera salvarse.
Clamar multiplicada desde silencios transitivos.
Pero la voz del hombre en la noche
no podrá liberarse de sus sordas querellas.
Es como las hojas que están en los bosques,
superpuestas,
pudriéndose exactas;
o la cal irredenta;
o la sal inocente;
o el golpe del bronce,
repitiéndose único y gris.
Y por último,
como la voz del hombre en la noche.
Algo semejante a sí mismo como los rostros análogos;
o a la voz que padece por todas las voces
y sólo se habla a sí misma
y responde
a su íntimo acento sin más esperanza
que oírse a sí misma y con sólo sus iris hablarse,
sin poder abolir sus discordias.