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Dime siempre la verdad mi tálamo carmesí irónico colibrí no te quedes a mitad no calles y anuncia aquí... De la vida y del silbido que hoy se reviste el sarmiento del extremo monumento con suspiro oscurecido contra el lento crecimiento.
Mar y calma van unidas allí en medio del salón con una conversación alegre acompaña vidas y convierte en ligazón. Que desde el viaje abrumado se diluye la porfía con ese bonito día y así es hallado en el prado un vaso de leche fría.
José Pómez
Dime siempre la verdad http://pomez.net
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Poeta
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Yo he soñado en mis lúgubres noches, en mis noches tristes de penas y lágrimas, con un beso de amor imposible sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva, el deleite jadeante que abrasa, y me causan hastío infinito los labios sensuales que besan y manchan.
¡Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible! Mi novio soñado de dulce mirada, cuando tú con tus labios me beses bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Dame el beso soñado en mis noches, en mis noches tristes de penas y lágrimas, que me deje una estrella en los labios y un tenue perfume de nardo en el alma.
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Poeta
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Su voz debe ser dulce y persuasiva y soñadora y triste su mirada... debe tener la frente pensativa por un halo de ensueños circundada.
Su alma genial, cual pálida cautiva de un astro esplendoroso desterrada, sueña con una nube fugitiva y con el traje de crespón de un hada.
Cuando la ronda azul de los delirios disipa sus nostálgicos martirios borrando del pesar la obscura huella,
él se acuerda en la noche silenciosa de aquella virgencita misteriosa que dejó abandonada en una estrella.
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Poeta
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¿Quieres sondear la noche de mi espíritu? Allá en el fondo oscuro de mi alma hay un lugar donde jamás penetra la clara luz del sol de la esperanza. ¡Pero no me preguntes lo que duerme bajo el sudario de la sombra muda... detente allí junto al abismo, y llora como se llora al borde de las tumbas!
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Poeta
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Marmóreo, altivo, refulgente y bello, corona de su rostro la dulzura, cayendo en torno de su frente pura en ondulados rizos sus cabellos.
Al enlazar mis brazos a su cuello y al estrechar su espléndida hermosura, anhelante de dicha y de ventura la blanca frente con mis labios sello.
Contra su pecho inmóvil, apretada adoré su belleza indiferente, y al quererla animar, desesperada,
llevada por mi amante desvarío, dejé mil besos de ternura ardiente allí apagados sobre el mármol frío.
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Poeta
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Envueltas entre espumas diamantinas que salpican sus cuerpos sonrosados, por los rayos del sol iluminados, surgen del mar en grupo las ondinas.
Cubriendo sus espaldas peregrinas descienden los cabellos destrenzados, y al rumor de las olas van mezclados los ecos de sus risas argentinas.
Así viven contentas y dichosas entre el cielo y el mar, regocijadas, ignorando tal vez que son hermosas,
Y que las olas, entre sí rivales, se entrechocan, de espuma coronadas, por estrechar sus formas virginales.
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Poeta
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Junto a la negra mole de la muralla altiva que alumbran las estrellas con tenue luz de plata el trovador insomne de frente pensativa preludia conmovido la triste serenata.
El aura de la noche voluble y fugitiva, besa los largos pliegues del manto de escarlata, y extiende la armoniosa cadencia persuasiva que el plácido reposo perturba de la ingrata.
Al pie del alto foso destácase la airosa romántica figura del rubio menestrello, que al agitar la mano sobre el cordaje de oro
entristecido, exhala su queja dolorosa en la cadencia rítmica del dulce ritornello, y en sus mejillas siente que se desborda el lloro.
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Poeta
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Todo es quietud y paz... En la penumbra se respira el olor de los jazmines, y, más allá, sobre el cristal del río se escucha el aleteo de los cisnes
que, como grupo de nevadas flores, resbalan por la tersa superficie. Los oscuros murciélagos resurgen de sus mil ignorados escondites,
y vueltas mil, y caprichosos giros por la tranquila atmósfera describen; o vuelan luego rastreando el suelo,
rozando apenas con sus alas grises del agrio cardo el amarillo pétalo, de humilde malva la corola virgen.
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Poeta
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Hacia el ocaso fúlgido titila el temblador lucero vespertino, y a lo lejos, se escucha del camino el eco vago de lejana esquila.
Como escuadrón de caprichosa fila nubecillas de tono purpurino se desvellonan en celaje fino, etérea gasa, que disuelta oscila.
El rayo débil que las nubes dora, lentamente se extingue, agonizante, sus fulgores lanzando postrimeros;
y la noche se apresta vencedora a desceñir sobre el cenit triunfante su soberbia diadema de luceros.
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Poeta
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