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En lo más vasto del páramo risueña de amor y templanza, una flor de salvia adorna como un manto azul, esperanza.
Y de los montes glaciales de donde nacen los ríos sustanciales, que recorre por los ribazos fecunda esta tierra, en un fuerte abrazo.
Y la flor a pesar del frío y la neblina arrostra con denuedo tal clima, y espera al sol en lontananza sin tardanza, comparsa, ella danza.
Y la luna blanca, sonriente y llena conduce como faro al río en su corriente, y la salvia bajo luz de nácar y alabastro muy altiva y oronda su amor, casto.
En su alma lleva la cura ella lo sabe, y trémula, atisba al ser de conciencia y alma que arrasa con la tranquilidad y la calma levantando árboles de piedra y plazas.
En lo más vasto del páramo se observa la flor de salvia, hojas azules marchitas, sin esperanza.
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Poeta
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Tus labios encarnados, cual pétalos de amapola.
Tus senos cual montes nevados de miel diáfana, para el infante en la cuna.
Tu vientre tan profundo como el océano, da placer y da vida.
Te pregunto mujer: ¿quieres estar conmigo para el resto de la vida?
O es tal vez tu cariño efímero pasajero como la alondra, que una vez llegado el frío migra buscando el estío.
Te pregunto mujer: ¿quieres estar conmigo Para el resto de la vida?
No escuchas el ulular de viendo que como yo espera que sin dudar tú respuesta digas.
¡Ah! Ya entiendo tú silencio, no quieres un cariño para toda la vida.
Quieres ser golondrina que sobre mi cielo pasa, pues yo mujer te digo que te quiero para toda la vida.
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Poeta
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De la lira, suaves notas, de aquel bosque fragancias mil.
Un murmullo diáfano el viento acompañaba, fulgurante de colores, un camino dibujaba.
Y eran tan fuertes sus notas, que de la oquedad de mi alma una exaltación la remeció. trémulo y eufórico dirigí mis pasos, con la férrea decisión de dar con aquella fuente de mí imaginación.
La fuerte luz como en primer gesto, segó mí ser incorpóreo.
Se develo los sentidos y efluvios emanaban de aquel camino.
Formaron con la luz unos velos que al pasar por ellos quebraron su pureza, me hallaba en ese páramo.
!Ah¡ mi alma extasiada no se contuvo al ver la lira hecha mujer.
El aroma de magnolias rosas y alelíes, el brillo de su alma tan dorada como el azafrán, y el primer amanecer del estío.
¿Me llamabas ? Aquí estoy, en mí enmarañado cerebro te imagine y aquí estas frente a mí sonriente y feliz.
Ella se volvió como en un ademan de musitar algunas palabras, pero su silencio, su presencia su estampa, lo decía todo.
Y el vacío del abismo en que me hallaba sumido, esta alma, la mía, se llenó con la tuya.
Extendí mi mano en mi delirio por tocar las tuyas, por acercarme y sentir tú aliento, tu cuerpo.
Y maldije al tiempo porque todo se fue desvaneciendo desperté de mí insomnio que ya noches idas arrastraba y mis devaneos te creé.
La aurora como navaja fría me atravesó el alma, y sentí la carga pesada de otro día, De oblaciones y murria.
! Oh ¡ princesa mía cariño efímero, me queda el consuelo de esta noche volverte a ver, Y así como espera la tierra árida el manto cristalino, así mi alma espera la tuya para volver a nacer.
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Poeta
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La mar hermosa turquesa y bravía su abrazo fuerte y gélido, se impregno muy dentro, e impelido a los más profundo.
El viento en su rezongo y pifiando como Othar, me avasallo, me aplasto, con rigor en su andar y me fue imposible levantar.
Fueron fuego como lenguas que dentro de mí renacieron, encaramaron a todo mí ser, tras la hija ardiente de una pasión.
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Poeta
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Y de lejos nos vimos se acerco y no sé como ya estaba junto a mí.
Agache la cabeza y seguí leyendo el aroma suave de su angelical presencia llego a mí, y su respiración pausada y tranquila……
La brisa tenue de ese día, hicieron rozar mi rostro con aquellos rizos negros de gitana, y en ese instante mi cuerpo todo él, trémulo y febril.
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Poeta
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Otro día más, veo el sol ocultarse, el silencio y el manto oscuro de la noche mi cuerpo trémulo viviente.
Y pienso en ti, tú rostro, tus besos, tú abrazo y tú mirada se agolpan como las estrellas en este cielo de la noche, así lágrimas también vertieron mis ojos.
La luna apareció resplandeciente y en su cuarto creciente, se mostraba en lo más alto, sonriente lozana, blanca como alabastro, soñando que hay esperanza.
Así pase la noche absorto en mí pensamiento puesto en ella.
Cuando menos pensé el alba en su silencio me sorprendió, respira el rocío con aroma, y no sentí fatiga, no sentí melancolía ni mi rostro mustio estaba, un hálito invadió mi alma de paz, calma, serenidad.
Una redención fue para mí esa noche, al alba
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Poeta
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En lontananza un árbol, una encina, y en él, varias ramas y en una rama una hoja, y de esta dependía irónicamente su suerte o la vida.
Vio pasar veranos, otoños e inviernos y la hoja fiel al árbol se mantenía.
En él se posaron todo tipo de parásitos, yerba mala y la enredadera quiso asfixiar, y fiel la hoja al árbol se mantenía.
Pero llegaron los vientos alisios con bríos nuevos y epicúreo, y la hoja lozana y fuerte a otros lares fue a parar y echar raíz.
Y aquella hoja que fue la razón porque vivir, fue también la razón de su extinguir.
Sus raíces se fueron secando, su corteza en pedazos al duro suelo caían, la yerba mala a su alrededor crecía, y la enredadera silenciosamente, como todo aquello que mata de verdad, lo fue a aniquilar.
Yace en el lugar de la encina, escombros, huella de una vida, de un alma.
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Poeta
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Y era verano en Lima, las casas señoriales de celosía y balcones coloniales, eran testigo del bullicio y alegría del niño de la calle.
Pululaba el mercado principal, tenderos, pulperos y mercachifles a parte las calesas rimbombantes con personas estiradas, párvulos de caras sudorosas e incansables, propio de la edad.
Las calles adoquinadas no eran impedimento en el juego de bolas, las había de todos colores y más de uno pugnaba por ganarle al otro la mejor.
Y estaban los del trompo, vivaces muchachos que a empellones se acercaban al grupo más pintado, un círculo blanco delimitaba el espacio donde el trompo no debía zafar, había de espino y naranjo y el más fuerte y resistente se llevaba los demás.
Y estaban los futbolistas, de dos montículos de piedra el arco y la pelota una de trapo, con los zapatos puestos después de salir del colegio sus pantalones cortos y plomos que había dejado el hermano mayor y la camisa blanca amarillenta por los años ya transcurridos.
Y estaban las que jugaban a mamá de una caja de cartón el palacio real y unas muñecas de trapo maltrechas las reinas del lugar ! la leche ¡ ! la leche ¡ hay que darle a la bebe, se decían unas a otras, y de papel los vasos, los platos y el mantel.
Y estaba el que jugaba a la ribera de río con su barco de papel, y quizá soñaba que era un pirata que se hacía a la mar.
y estaban los que leían libros, y quien sabe quizá algún día en un escritor o un bate serian.
Y estaban los que con el rabillo del ojo miraban en su silencio conventual, de almas inocentes que no sabían de noche ni de día, ni de estudios, ni alegría sus manos callosas y de juguete una caja de caramelos y chucherías demás, aquella que les pródiga el pan.
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Poeta
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Debajo de su almohada un papel y una pluma, y extendió su mano a la diestra de la cama, vacío encontró el lugar que antes ocupado estaba.
Su rostro mustio y famélico daban cuenta de los días transcurridos en la penumbra de aquel cuarto ya desordenado y oscuro.
Se fue sin decir nada se fue sin dejar nada se fue y no quedo ni su aroma de piel, se fue quizá en esa mañana, se fue y solo él sabe que debajo de su almohada un papel y una pluma.
Irónico fue lo que ella me dejo, escribir de ella en este papel con la pluma, sus befas, sus denuestos, no vale la pena, mejor dejarlo en blanco que el tiempo marchite el papel, y seque la tinta de la pluma.
Estéril está tú espíritu y seca tú alma rezuma en tu rostro la tristeza, y a pesar de todo debajo de la almohada una pluma y un papel.
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Poeta
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Fue salubérrimo tus caricias,
tú alma encandilo a la mía
y en un abrazo fuerte nos fundimos.
Saboree de tus lágrimas
manantial de alegría,
fueron tus pechos lozanos,
mariposas que al viento
de dioses y gorgonas me
llevaron.
Y tú vientre, embrujo empapado
de ambrosía y de vida.
¡Ah! y cuanto cariño nos dimos
mujer, cuantos fueron aquellas
tardes en que el sol nos daba
su despedida, y cuantas noches
de insomnio las estrellas parpadeando
nos daban la bienvenida.
¡Ah! y cuantas veces aquel jardín
de pensamientos blancos, violetas,
purpuras y las tres para que no me olvides.
¡Ah! y cuantas veces el mar en su
bravura fue el icono de nuestro
verdadero amor.
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Poeta
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