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Yo vi dos soles rojos dominando el espacio Perlaban en sus rayos las luces de topacio y tendí mis dos manos hambrientas de infinito para estrujar en ellas un inefable mito.
Las dos pupilas rojas como rosas del cielo cegaron mis pupilas, soberbias en su anhelo de mirar cara a cara los toques de diamantes.
Después, como un crujido de nudos que se quiebran... Tempestades soberbias que en los mares se enhebran; parto de los dioses... Un quejido de dios... ¡Y bocas que se muerden en un supremo adiós!
Más tarde una sonata más dulce que la miel; agonía de lirios en el jardín aquel. palacio de oro y oro donde habita una maga que ha dormido cien años por maldición aciaga.
Y después manos blancas desparramando rosas sobre el alma escondida y serena de las cosas... Y un silencio de muerte cansado y sepulcral donde se prende el lotus venenoso del mal.
Y después la mañana que llega a los cristales del cuarto miserable donde muerdo mis males... Y después otro día que se esboza en el lloro de mis días sin sol, de mis soles sin oro!...
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Poeta
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Hay un cisne que muere cercado en un palacio. Un cisne misterioso de ropaje de seda que en vez de deslizarse en la corriente leda se estanca fatigado de mirar el espacio.
El cisne es un enfermo que adora al dios de oro; el sol, padre de razas, fecunda su agonía. por eso su tristeza es una sinfonía de flores que se entreabren en las sombras del lloro.
Tiene el pecho cruzado por un loco puñal, gota a gota su sangre se diluye en el lago y las aguas azules se encantarán bajo el mago poder de los rubíes que destila su mal.
El alma de este cisne es una sensitiva... no levantéis la voz al lado del estanque si no queréis que el cisne con el pico se arranque el puñal que sostiene su existencia furtiva.
Cuentan viejas leyendas que está enfermo de amor. Que el corazón enorme se le ha centuplicado y que tiene en la entraña como El Crucificado un dolor que cobija todo humano dolor.
Y cuentan las leyendas que es un cisne-poeta... Que la magia del ritmo le ha ungido la garganta y canta porque sí, como el arroyo canta la rima cristalina de su corriente inquieta. ..................................................................
Yo he soñado una noche que el viejo palacio era el cisne cansado de mirar el espacio.
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Poeta
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Cada rítmica luna que pasa soy llamada, por los números graves de Dios, a dar mi vida en otra vida: mezcla de tinta azul teñida; la misma extraña mezcla con que ha sido amasada.
Y a través de mi carne, miserable y cansada, filtra un cálido viento de tierra prometida, y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada a la selva exultante y a la rama nutrida.
Un engañoso canto de sirena me cantas, ¡naturaleza astuta! Me atraes y me encantas para cargarme luego de alguna humana fruta.
Engaño por engaño: mi belleza se esquiva al llamado solemne; de esta fiebre viva, algún amor estéril y de paso, disfruta.
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Poeta
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Vivo dentro de cuatro paredes matemáticas alineadas a metro. Me rodean apáticas almillas que no saben ni un ápice siquiera de esta fiebre azulada que nutre mi quimera.
Uso una piel postiza que me la rayo en gris. Cuervo que bajo el ala guarda una flor de lis. Me causa cierta risa mi pico fiero y torvo que yo misma me creo pura farsa y estorbo.
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Poeta
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Baja del cielo la endiablada punta con que carne mortal hieres y engañas. Untada viene de divinas mañas y cielo y tierra su veneno junta.
La sangre de hombre que en la herida apunta florece en selvas: sus crecidas cañas de sombras de oro, hienden las entrañas del cielo prieto, y su ascender pregunta.
En su vano aguardar de la respuesta las cañas doblan la empinada testa. Flamea el cielo sus azules gasas.
Vientos negros, detrás de los cristales de las estrellas, mueven grandes asas de mundos muertos, por sus arrabales.
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Poeta
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Buscando raíces de alas la frente se le desplaza a derecha e izquierda.
Y sobre el remolino de la cara se le fija, telón del más allá, comba y ancha.
Una alimaña le grita en la nariz que intenta aplastársele enfurecida...
Irrumpe un griego por sus ojos distantes.
Un griego que sofocan de enredaderas las colinas andaluzas de sus pómulos y el valle trémulo de su boca.
Salta su garganta hacia afuera pidiendo la navaja lunada de aguas filosas.
Cortádsela. De norte a sud. De este a oeste.
Dejad volar la cabeza, la cabeza sola, herida de ondas marinas negras...
Y de caracolas de sátiro que le caen como campánulas en la cara de máscara antigua.
Apagadle la voz de madera, cavernosa, arrebujada en las catacumbas nasales.
Libradlo de ella, y de sus brazos dulces, y de su cuerpo terroso.
Forzadle sólo, antes de lanzarlo al espacio, el arco de las cejas hasta hacerlos puentes del Atlántico, del Pacífico...
Por donde los ojos, navíos extraviados, circulen sin puertos ni orillas...
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Poeta
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I AMOR
Baja del cielo la endiablada punta Con que carne mortal hieres y engañas. Untada viene de divinas mañas y cielo y tierra su veneno junta.
La sangre de hombre que en la herida apunta florece en selvas: sus crecidas cañas de sombras de oro, hienden las entrañas del cielo prieto, y su ascender pregunta.
En su vano aguardar de la respuesta las cañas doblan la empinada testa. Flamea el cielo sus azules gasas.
Vientos negros, detrás de los cristales de las estrellas, mueven grandes masas de mundos muertos, por sus arrabales.
II OBRA DE AMOR
Rosas y lirios ves en el espino; juegas a ser: te cabe en una mano, esmeralda pequeña, el océano; hablas sin lengua, enredas el destino.
Plantas la testa en el azul divino y antípodas, tus pies, en el lejano revés del mundo; y te haces soberano, y desatas al sol de tu camino.
Miras el horizonte y tu mirada hace nacer en noche la alborada; sueñas y crean hueso tus ficciones.
Muda la mano que te alzaba en vuelo, y a tus pies cae, cristal roto, el cielo, y polvo y sombra levan sus talones.
III PAISAJE DE AMOR MUERTO
Ya te hundes, sol; mis aguas se coloran de llamaradas por morir; ya cae mi corazón desenhebrado, y trae, la noche, filos que en el viento lloran.
Ya en opacas orillas se avizoran manadas negras; ya mi lengua atrae betún de muerte; y ya no se distrae de mí, la espina; y sombras me devoran.
Pellejo muerto, el sol, se tumba al cabo Como un perro girando sobre el rabo, la tierra se echa a descansar, cansada.
Mano huesosa apaga los luceros: Chirrían, pedregosos sus senderos, con la pupila negra y descarnada.
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Poeta
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Señor, mi queja es ésta, Tú me comprenderás; De amor me estoy muriendo, Pero no puedo amar.
Persigo lo perfecto En mí y en los demás, Persigo lo perfecto Para poder amar.
Me consumo en mi fuego, ¡Señor, piedad, piedad! De amor me estoy muriendo, ¡Pero no puedo amar!
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Poeta
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Vamos hacia los árboles... el sueño Se hará en nosotros por virtud celeste. Vamos hacia los árboles; la noche Nos será blanda, la tristeza leve.
Vamos hacia los árboles, el alma Adormecida de perfume agreste. Pero calla, no hables, sé piadoso; No despiertes los pájaros que duermen.
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Poeta
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No tienes tú la culpa si en tus manos mi amor se deshojó como una rosa: Vendrá la primavera y habrá flores... El tronco seco dará nuevas hojas.
Las lágrimas vertidas se harán perlas de un collar nuevo; romperá la sombra un sol precioso que dará a las venas la savia fresca, loca y bullidora.
Tú seguirás tu ruta; yo la mía y ambos, libertos, como mariposas perderemos el polen de las alas y hallaremos más polen en la flora.
Las palabras se secan como ríos y los besos se secan como rosas, pero por cada muerte siete vidas buscan los labios demandando aurora.
Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera! ¡Y toda primavera que se esboza es un cadáver más que adquiere vida y es un capullo más que se deshoja!
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Poeta
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