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Es mentira que mi corazón porque palpita esté despierto. Sus latidos son tan sólo el goteo de su llanto glacial como el que llora al fundirse el témpano de hielo.
Es mentira que mi corazón porque palpita esté despierto. Su misión se reduce a mantener de pie a un muerto que esperanzado aún persigue sus sueños.
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Poeta
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De manera distinta cada cual debe morir su propia muerte y afrontar el naufragio en la perenne inmensidad del polvo.
Nadie ha vuelto del seno de la muerte, por esto su misterio se conserva intacto, amenazante.
Sin saber si es amiga o enemiga, ángel que nos transporte al otro lado para ganar la ubicuidad eterna, o fuerza que nos retorne a la materia: todos vivimos la medrosa espera resignados a la sorpresa de su encuentro y al suplicio mortal que nos imponga.
(Vivo pensando en el trágico momento que me transforme en ausencia sin regreso, nombre sin rostro huyendo hacia el olvido, absoluto silencio que se ahogue en la ciega pupila del vacío, o sombra que se incolore en la distancia.)
(Me duele presentir y también creer que después de la muerte, nadie podrá ir más allá del polvo, del polvo donde debe consumar su fin eterno.)
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Poeta
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Estás en mí, como latido ardiente, en mis redes de nervios temblorosos, en mis vetas de instintos borrascosos, en los mares de insomnios de mi frente.
Estás fuera de mí, como corriente de voces imprecisas, de sollozos, de filos de secretos tenebrosos. de roces de caricia inexistente.
Me cubres y me encubres, sin dejarme un espacio de ser sin tu presencia un átomo sin linfa de tu aliento.
Estás en mí, tocándote al tocarme, y palpita la llama de tu esencia hasta en la entraña de mi pensamiento.
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Poeta
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Mi corazón se pierde en la nevada ascensión de tu cuerpo, sin consuelo, y enfrías la fuerza del anhelo en medio de tu carne congelada.
Cada día te ofrezco una alborada de ilusión y de vida, todo un cielo palpitante de sol, que funda el hielo y transforme tu cuerpo en llamarada.
Pero toda mi vida es poca vida para matar la muerte que se esconde y circula en tu sangre adormecida.
Has desatado el nudo de tus brazos, tu voz a mi llamado no responde, y es sólo un eco el paso de tus pasos.
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Poeta
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De desnuda donde está, brilla la estrella Rubén Darío Cuando en noches anuentes de intimidad celeste contemplo las estrellas desnudamente bellas: me invaden arrebatos de cósmica lujuria y sufro y desespero al no poder siquiera coger alguna de ellas.
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Poeta
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Era sed de muchos años retenida por mi cuerpo, palabras encadenadas que nunca pude decir sino en los labios del sueño.
Era la tierra agrietada, reseca, sin una planta, que espera sentir la lluvia en un afán de caricia que le sacie la garganta.
Era yo vuelto hacia ti que nunca te conocía, porque fuiste de mil modos en los sueños, en las horas y en los ojos de la vida.
Eras todo lo que encierra una expresión de belleza: la rosa , el fruto, los ríos; el color de los paisajes y la savia de los pinos.
Y de pronto, junto a mí, al alcance de mi mano, como manojo de trigo que pudiera retener sobre mi pecho guardado.
¡Todo tu cuerpo en mi cuerpo, por el sueño maniatados, y tan cerca de la muerte que la vida no sabía cómo volver a encontrarnos!
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Poeta
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El fuego quemo y consume. El hielo quemo y conservo.
I Esta inquietud indomable de estar sin querer estar y al pisar otro lugar regresar inconsolable.
Este anhelar incansable de partir para llegar sin nunca poder llenar mi soledad inmutable.
Este meditar extremo que inquiere, desesperado, a lo invisible que temo.
Y en mi fuego, congelado solo y a solas me queme en deshielo enamorado...
II Esta esperanza encendida que me lanza a caminar en un constante buscar la emoción desconocida.
Esta lucha sumergida de creer y de dudar y, a mi juventud perdida, sin que la pueda olvidar.
Este pensar que no sabe nada de nada y que quiere que ya la vida se acabe,
y la muerte que no hiere, y el alma que ya no cabe y en lenta asfixia se muere.
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Poeta
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Con los ojos altamente asomados a la noche contemplo las estrellas y, dentro de mí, en el río incansable de mi sangre, las siento y las descubro reflejadas, luminosas y hondas, como si mi entraña fuera el mismo cielo en donde están ardiendo.
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Poeta
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I Corazón: no te atormentes porque traicionen tu amor, espera un tiempo mejor y jamás te desalientes. Soporta el dolor que sientes hasta que tu vida obtenga la rebelión que te abstenga de añorar lo que se fue, y a solas medita que no hay mal que por bien no venga .
II Corazón: no estoy cansado de tanto querer amar y de amar para buscar el amor que no ha llegado. Sigue conmigo enraizado en un pacto que persista mientras la esperanza exista, que aunque Suframos engaños no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
III Corazón: ¡cómo has sufrido por mi culpa! , yo lo sé; pero no pierdas la fe ni ya te des por vencido. El amor que no ha venido pronto vendrá, ten confianza, y sin medir la tardanza que en mí tu vigor perdure: que mientras la vida dure lugar tiene la esperanza.
IV Antes, al verte sufrir, corazón, yo no entendía, y aunque tus penas veía nunca las pude asumir. En cambio, hoy sé compartir el suplicio que te enciende, porque ya mi vida entiende que existen, en conclusión: razones del corazón que la razón no comprende.
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Poeta
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I Amor, amor traicionado por mí -que tanto te quiero- al imponerte el sendero en que has sido desdichado. Amor, por mí atormentado: ya no puedo remediar mi culpa y hacer llegar lo que tu anhelo esperaba. Amor, mi vida se acaba, ya no es tiempo de empezar.
II Amor: avidez errante, torbellino incontenible, esencia de lo terrible en incendio alucinante. Con tu codicia incesante en mí vives arraigado y exiges que, enamorado me entregue cuando me doy. Amor: ¿no sabes que estoy sólo de ti enamorado?
III Eres, amor: sed y anhelo, hambre, delirio, locura, azúcar de la amargura y amargura del desvelo. Eres infierno, eres cielo, la esperanza enardecida, el desangre sin herida, lo que nos forma y deshace. Eres la muerte que nace continuamente en la vida.
IV Amor: has amado tanto y sin embargo te siento férvido, puro, sediento, sin decepción ni quebranto. No te mina el desencanto por lo que has sufrido ya, ni te importa si será mentira lo venidero: porque eres como el venero que existe por lo que da.
V Amor, inaudita hoguera e la entraña del invierno de mi vida, atroz infierno: ¡cómo crecerte quisiera!, mas sin dicha y sin espera a mi muerte me adelanto y preso en el desencanto es mi corazón senil: hielo en martirio febril descongelándose en llanto.
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Poeta
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