Cuentos :  EL CANASTO PINTADO A MANO.
EL CANASTO PINTADO A MANO.

Prudencia era una mujer viuda, tenía dos hijos casados y nietos a los que adoraba, pero ella vivía sola, así que tenía toda la libertad y el tiempo de sobra; había trabajado por años hasta que se jubilo y pudo disfrutar más de su tiempo libre.
Prudencia, tenía el habito de ser compradora compulsiva, pero no en cualquier tienda, no… le fascinaba y era amante de los bazares; en el lugar donde vivía los conocía todos, los habidos y por haber.
También le gustaba viajar y en cada lugar que visitaba, antes que cualquier otra cosa, preguntaba por los bazares, no le interesaba conocer la cultura ni la belleza de los lugares, solo le emocionaba saber que iría a conocer algún bazar. Cuando entraba en ellos daba vueltas por todos lados, como una niña con muñeca nueva; enloquecía, quería llevarse todo lo que encontraba a su paso.
Regularmente viajaba con amigas, las mismas que le decían, —Prudencia, no puede ser que no te interese ver lugares bellos, solo bazares—. A esta mujer le encantaba abrazarse a los recuerdos ajenos.
Para su suerte un día cerca de su casa, inauguraron un enorme bazar, había objetos valiosos, verdaderas reliquias. Cuando entro volteaba a su derredor con desesperación, porque para ella era como andar en Disneyland Paris; no sabía por qué objeto decidirse, pero jamás salía con las manos vacías; eso sí que lo podía prometer.
De pronto volteo hacia una mesa, como si le hubieran tocado el hombro, y ahí estaba un bello canasto de mimbre pintado a mano, cuando lo quiso tocar para levantarlo, sintió como un hormigueo en la palma de la mano y encogió el brazo de inmediato, la amiga con la que paseaba ese día, era Pamela, y le dijo—Pamela, me gusta ese canasto, lo quiero para colocarlo en la mesa de mi comedor, Pamela que bien la conocía, sabía que no habría poder divino que la hiciera desistir.
La amiga se acerco a dicho canasto y al tocarlo, sintió lo mismo que Prudencia, ese hormigueo raro, y tuvo un disenso con Prudencia le —decía—no te lleves esa pieza, siento algo extraño como un mal presagio, y la compradora compulsiva le contesto,— no pasa nada, me encanta y lo voy a comprar—.
Camino a su casa vio como enzima del canasto, caía como pequeña lluvia de polvo dorado, Prudencia abrió los ojos grandes y dirigió su vista hacia su amiga, que por supuesto había visto lo mismo; llego la noche, Pamela se despidió y se fue a su casa, y ella que vivía sola, se dispuso a descansar—pensando—que tal vez no debió haber comprado la pieza; pero que si se decidía, iría al día siguiente al bazar para regresarlo.
A medias de la noche empezó a escuchar una música suave, se levanto y se fue siguiendo la sonoridad que provenía del comedor; cuando se acerco a la mesa, se dio cuenta que salía de aquel canasto.
Horrorizada se —preguntaba— ¿qué es esa música?, ¿por qué hace eso? si solo es un canasto; Al querer quitar la tapa, volvió a caer la pequeña lluvia de polvo dorado y de pronto, se escucho una voz que le decía, — no todas las antigüedades que veas las quieras hacer tuyas, ya que antes tuvieron dueño y en ocasiones las vibraciones pueden cambiar el entorno, y no ser las adecuadas para todos— y continuo diciendo…
—La lluvia dorada son mis lagrimas y mi canto es de dolor, porque la mujer a quien le servía para guardar sus recuerdos, lloraba y platicaba conmigo; conocí su dolor, esa mujer murió acariciándome, mientras que en sollozos, veía fotografías amarillentas, de la gente amada que la abandono—.
Al amanecer Prudencia abrió los ojos exaltada, se sentó al filo de su cama, inclino la cabeza, y —pensó— que bueno que todo fue un sueño, un terrible y triste sueño.
Se encamino hacia el comedor, se sirvió una taza de café, y se quedo pensativa mirando aquel bello canasto y —preguntándose— ¿por qué no puedo asir este objeto? qué raro, lo voy a destapar pase, lo que pase.
Y aun cuando le trasmitía los pequeños hormigueos en la palma de las manos y como lluvia caía aquel polvo color oro y la suave música que emitía, logro quitar la tapa.
Pero cuál sería su sorpresa, que dentro de aquella pieza que Prudencia había adquirido con euforia, se encontraba la fotografía de aquella mujer dueña y señora del bello canasto pintado a mano.

Prudencia tomo la fotografía en sus manos, y —pensó— que hermosa era esta mujer; cuando de pronto recibió una llamada de su amiga Pamela, ella le conto todo lo sucedido, entonces la amiga le aconsejo que quemara la fotografía para que la desconocida mujer, pudiera descansar en paz.
Ella tomo la fotografía y la quemo, como le había aconsejado Pamela; después de eso jamás volvió a suceder nada.
Esa experiencia fue tan fuerte para Prudencia, que así misma se prometió, — nunca más comprar en bazares—.
Los objetos de bazares, e indebidamente las personas mayores tienen una similitud, están inmersos en recuerdos y en ocasiones, también de cierta forma mueren en el abandono total, por considerarlos inútiles.

Cuento de reflexión.
Autora: Mónica Lourdes Avilés Sánchez.
Derechos de Indautor
País México.
Poeta

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JoelFortunato
Publicado: 23/11/2014 18:41
Incondicional
Unido: 23-6-2011
Comentarios: 7989
 Re: EL CANASTO PINTADO A MANO.

Saludos estimada Historiamilagro ( Mónica Lourdes Avilés). Interesante relato, con lenguaje claro, noble mensaje, discurso comprensible y bien presentado para su comprensión. Un gusto es leerla.

historiamilagro
Publicado: 30/11/2014 21:55
Incondicional
Unido: 9-10-2010
De: MEXICALI,BAJA CALIFORNIA MEXICO
Comentarios: 276
 Re: EL CANASTO PINTADO A MANO.

MIL GRACIAS ESTIMADO ESCRITOR, TU COMENTARIO ES UN HALAGO PARA MI.