Juan_Oriental

Poemas, frases y mensajes de Juan_Oriental

Selección de poemas, frases y mensajes mais populares de Juan_Oriental


El Empedrado

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A mí no me engañás,
Buenos Aires...
Los abanicos de adoquines
de mi calle de San Telmo, son,
donde la luna se pule todavía,
asperezas de *esquinazos,
y en rembolso,
a su *caripela pedregosa,
le lustra cicatrices de tranvías.
¿Y me vas a negar,
curtido yo,
que bajo toldos gachos como *fungyis
no se guiñan en la noche las esquinas,
contraseñas de *puchos malandrines
y chispazos de cuchillos?
¿Cómo?
¿Y que no decomisa la *matina,
besuqueos de amor de contrabando?
¡Vamos!
¡Qué me vas a engañar!...
Los adoquines,
me ocultan *rafañosos
aquella medallita de cariño que me diera
la *piba más bonita de mi barrio
y por incrédulo
perdí entre sus resquicios.
Sólo por ella, mocita de nunca más,
casi los quiero.
Tantas veces he pensado, te lo juro:
¡lindo empedrado,
pa caerme muerto!

Glosario Lunfardo:
*Esquinazos: Faltar a citas románticas, "hacer la pera", evadir.
*Caripela: Persona de cara grande, cara o rostro.
*Funyis: Sombreros.
*Pucho: Resto de cigarrillo.
*Matina: Mañana.
*Rafañosos: Miserables, avaros, sucios, despreciables.
*Piba: Chica, muchacha.

Aprendí

Aprendí, por experiencia ajena y propia,
que la pasión dura tres años y unos días.
Y si por hábito perdura, o por provecho,
es corrompida clonación de lo que fue.

Que la balanza del amor nunca es pareja,
que la fortuita coincidencia es intención
y que sobrada complacencia es artimaña
que nos rehúye al bamboleo de un traspié.

Que lo desleal no se arrepiente por fallido
y que reincide en herejía a quien perdona;
ya que se ama con los cuernos ignorados
o consentidos, degradando honor y sien.

Que en el severo pundonor del desengaño,
sigue perdiendo su prestigio el nunca más;
ya que son buenas al final segundas partes
si no hay orgullo, real placer, ni mayor fe.

Aprendí, que se anda amando a media piel.

Juguetes Negros

Negro atuendo el mío para la noche negra.
Brazos abiertos a la fantasía
que me traía vampiresas de la luna,
sin restarle pasión a las felinas
noctámbulas que me esperaban
tras las cortinas del “Augusteo”, aquel salón,
contoneándose a mi arribo,
aros de fuego fatuo mis ojos y fusta
de imposición sensual en porte yo,
atuendo negro en la noche negra
y mi copa de estrellas destellando,
elevándome sobre toda competencia,
llenándome de universo el corazón.
¿Quién, quién vivió la noche bruna como yo?,
si ni hoy, hallo filosofía nochera que alcance
los tobillos de mis botas negras.
A veces abro mi compartimiento del ayer
y contemplo mis juguetes negros.

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Tu Adiós

Allí, al final de esa calle empinada
donde se recuesta borracho de viñas el sol,
allí vi tu silueta por última vez, y a la noche
me quedé oyendo graznar los cuervos azules
de la melancolía sin poder quitar
de mi mente tu figura resuelta
a inmolarse en el ocaso
hasta desaparecer.

Yo no sé, diciéndote feliz conmigo
por tanto tiempo, qué impulso te hizo
dejar de amarme hasta quitarle
a tu desinterés, su máscara placida
y arrojarla a mis pies como una culpa mía.
Yo, que te traje a escuchar la rumba del mar
sonando sus maracas en el atolón,
yo, que te salvé de la perdición
para que me salvaras.

Cuántas veces con tus cabellos
y túnica al viento me gritaste te amo
y cuántas veces hice que mi egolatría salvaje
se arrodillara ante ti como un potro dócil.
No me alcanzan las estrellas del cielo
para contar las veces que nos narramos
la historia de cuando nos conocimos.
Historia que quedó conmigo, ambos
sin importancia para ti.

Hoy, en el estanque que es mi vida
figuro mi esperanza de lo nuestro
burbuja trémula que nace y explota.
Y aunque porfiada de tu ausencia me ande
una angustia atea de la muerte irreversible
de tus besos, así como el ahínco tenaz
de éste poema que, "tocando fondo, cava",
desde que le puse cerrojo al horizonte,
ya no me quemo los ojos en el crepúsculo
por verte regresar.

Más bien cuando el lucero tirita hecho lágrima
y heráldico el gallo me recuerda que no dormí,
sonrío triste y dulce porque te perdí
menos de lo que me perdiste
y te pido perdón.

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El Camión Azul

Estoy tendido de espaldas en la nada.
Hay un camión azul de mi infancia
entre las piedras. En su caja amarilla,
retira las piedras que cubren mi corazón.
Las piedras del derrumbe de mi fe.
Mi corazón sepulto no se queja; si por él fuera
seguiría enterrado de por vida.
Pero el camión azul trabaja con ahínco:
¡patina, lucha! Para impulsarse,
afirma su culata en mi mentón,
y sus rueditas traseras arañan
suavemente mi garganta,
recordándome las cosquillas
que de niño, me hacía mi madre.

Cargado de piedras hasta el tope,
arranca pecho abajo. Me deja su olor
a plástico en las narices, mixturado
con el de ciertas cosas que yo, cuando
la fantasía me hacía su invicto conductor,
le cargaba a él: tierrita suelta, piñas de pino
de la playa, botones de semilla de eucalipto,
gramilla fresca... Pero por sobre todo,
le cargaba ilusiones. ¡Ah, el aroma de la ilusión!

A pesar que ya no le doy voz
con mi boca a su silente motor,
nunca a contra mano, el camión azul
toma por mi pierna derecha, sube y baja
cuidadosamente mi rodilla, se descuelga
a un lado del obstáculo que le significa
el empeine de mi pie, y se aleja
a volcar su carga quién sabe dónde.
Ya volverá a mi pecho, sobre mi corazón.
Es que él aún confía en mí;
cree firmemente que algún día,
aunque más no sea a mis setenta o cien años,
yo tendré un camión azul de verdad; es decir,
un buen proyecto cumplido. En fin,
habrá que hacer algo al respecto entonces;
pues, por más desengaño que conlleve
el mucho existir, jamás debe uno defraudar
el cándido propósito de un juguete.

Ahí viene otra vez...

Vivo Donde... (canto pastoril 3)

Vivo, del obraje de estío de mi suelo:
el motorcito del obseso mangangá
que taladra de la siesta su puntal,
y el colérico violín de la chicharra.

El brindis copa en alto de las calas,
vivo, y cada fogonazo colorido
del atónito motín de los hibiscos.
¡Ah!, y la verde marejada del parral.

Vivo la regia inmodestia del rosal,
y allende el caserío, en ese campo,
los braseritos azules de sus cardos
y el corvo pestañeo de sus palmas.

Del limonero, su dádiva gualda
vivo, y contigo, nuestro solar y lecho;
los dos a ritmo como espiga y viento
bajo el rayo complacido de la luna.

Vivo..., donde no me dejes nunca.

Con Quien Morir (poema urbano 1)

“¿Por qué cambiaste si yo te amaba?”, me preguntaste sollozando
y te fuiste a encontrarte con vos misma y 'conmigo'
en un pasado que ni sobria te deja hoy
ponerle empeño a la pura realidad.

Y es verdad, yo cambié: dejé botella y divague.
Dejé de ser demonio y a vos nunca te cupo
más ángel que el caído.
Decidí vivir con los pies en la tierra y además
plantarme en ella.
Ver la vida de nuevo ordinaria como es,
respirarla aún como adicto
culposo de fallarle a su código mortal.

Me bajé casi a cero la utopía
que me metió tanta basura triunfal en la cabeza
y en la sangre,
y que por años me hizo vivir en la nada
creyéndome lo más.
Deserté para salvarme y salvarte, y vos
buscando quien se mienta y te mienta como antes yo.
Pobrecita vos, buscando por ahí con quién morir.

No tengo más.
Mejor dicho tengo el lado de amar
hecho pedazos y tibias ganas de recomponerlo.
Pero vos, en algún momento de lucidez, por favor,
acordate de aquel que viene bien si te ves mal;
le dicen Dios.

..................

Parto Nocturno

De los astros que coleaban vivaces en la entraña
nocturna como fúlgidos espermatozoides pugnando
por preñarla, se ve que uno logró su cometido; pues
la noche, viene alumbrando un rozagante día.

Lento éste, lucha por desprenderse de su placenta
enrojecida, (dicen que es suerte nacer envuelto en ella)
enredándola en las crestas de los gallos, en los eucaliptos
del horizonte y en las pestañas reverentes del palmar.

A viva mirada, el día niño va fundiendo las raíces
de los plátanos, cuya masa amorfa se derrama como
sebo de vela sobre los cordones jorobados y estoicos,
a lo largo de ambas veredas de mi calle entre dormida.

El agua está caliente, el mate pronto, la caña servida,
y yo, mientras espero que despierte tu sonrisa, amor,
optimista como padrino del día, declamo íntimamente
su fiesta y mi ilusión, con todo y sinfónica de trinos.

Los Dos Prisioneros (1 de romancero)

Custodiado de luna cual celosa guardiana,
detrás del enrejado sombrío de los álamos,
dormita el mal camino su sueño presidiario.
Cincel tenaz de viento, cauteloso socava,
su esencia polvorienta pugnando liberarla,
pero el camino rumia, vencido, su calvario.

Como las tantas noches vacías de mi vida,
por él transita mustio mi corazón insomne;
también acongojado padece esos barrotes.
Y al no ver en regreso tu presencia querida,
maldigo de ti, amada, tu quebrantada cita
y cual recluso, tacho mi beso de tu nombre.

¿Qué cerrojo sujeta nuestro libre albedrío?
Los dos estamos presos, camino compañero:
Ni el día te libera ni yo en su luz la espero.
¡Injusta es la condena! ¿Desorden emotivo?
¿Acaso nos acusan de amar lo inmerecido?
De ser esa la causa, ¡el mundo estaría preso!

Eres “malo”, camino, por tu empeño sinuoso.
Yo soy “malo”, camino, por huérfano bizarro:
Ni culpa tienes tú, por inclementes creado,
ni culpable soy yo, sobra de un dúo gozoso.
No lloremos, camino, o te herirían barroso.
Si lloramos, camino, desharíanme blando.

¡Mas te juro mi amigo que talaré los álamos,
someteré a la luna y al sol dejaré ciego!
¿Acaso lo sombrío no se supone nuestro?...
Y fraguada esa noche de cómplice prestigio,
cubriéndonos el rastro como a dos fugitivos,
me llevarás, camino, sin barreras ni anhelos.

Distintos

Somos distintos de la raíz a la copa
mas compartimos los mismos pájaros;
sentimientos de diverso trino anidan nuestras ramas
pero armonizan para cantar juntos y es bello,
bello escucharlos.

A veces, algún viento tormentoso
complica nuestro diálogo y nos gritamos
pues nos malentendemos por aquello de ser distintos.
Pero el viento pasa y por raíces enlazadas,
nosotros perduramos.

Somos distintos sí, pero, qué solo
quedaría nuestro paisaje sin uno de los dos.
Y pobre del que quede con su amor aprendido del otro.
Solo uno en el paisaje solo… Qué triste, qué triste.
No quiero ni pensarlo.

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Esencia Campesina

Pregunten qué aromatiza
todavía mi memoria
y diré del pan de gloria
de mi abuela campesina.
Del humo, que en despedida
me dejaba, como broma,
con las pupilas llorosas
en cuanto abuela encendía
su económica cocina
de astillas estrepitosas.
.
Pregunten qué reverdea
mi memoria todavía
y la fronda evocaría
de dos higueras inmensas;
sombra del patio de tierra.
Y tunas y cina-cinas,
perales y la sufrida
pasión que el sauce profesa
cuando al deshojarse besa
la laguna distraída.

Pregunten qué melodías
mi memoria oye sonando
y yo diré que, trinando,
discorde es la algarabía
de aves que despierta el día.
Diré vibración que es canto
del viento en los alambrados
con “tijeretas” prendidas
como notas peregrinas
en pentagrama acerado.

Pregunten de qué portentos
mi memoria se extasía,
diré de liebres furtivas
y el furor de aquellos perros
escarbando cual mineros
si un “peludo” descubrían,
de nutrias que zambullían
o la astucia de los teros
defendiendo nido y huevos
a maniobras que despistan.

Pregunten a cuál hazaña
da mi memoria resguardo
y en cabriolas un "tostado"
a influjo de mis andanzas
diré que me acercó al aula,
potro heroico imaginario,
crines él, yo jopo chato
por la brisa que zumbaba
en mis oídos y mi alma,
'por el cielo mi Pegaso'.

Pregunten qué paradigmas
en mi memoria son sellos
y les diré de mis credos
de un tiempo de fantasía
de aquella niñez vivida
que todavía guarezco,
que me nutre por momentos
y refresca y gratifica
con la esencia campesina
que gracias a Dios, conservo.

Pregunten qué invocaría
mi memoria, de esos años
y diré que lo nombrado
más albas y atardecidas.
Diré lluvia que repica
sobre el lomo resignado
del techo aquel de mi cuarto
y diré “Las Tres Marías”
guardando a la patria mía
su firmamento Uruguayo.

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Glosario:
Cocina económica: Cocina de hierro a leña.
Tijeretas: Ave de cola como tijeras.
Peludo: Armadillo, Tatú.
Tostado: Color de pelo de un caballo.
Teros: Aves.

Los Poemas Manchados

(De mis épocas de bohemia y candidez).

Hoy escribo a mis poemas
noctámbulos y manchados:
Estrellas les pintó el vino
como gotas o chispazos
y en afán de darme rumbo,
un mapamundi el tabaco.
Torpe trazado de anhelos
sellado a culo de vaso,
por los hijos concebidos
a fin de legalizarlos.

Es que así me los encuentro
despierto de mi naufragio,
mientras espero buen viento
en la resaca encallado,
con el alma padeciendo
desguace de maremagno.
Pobrecito cada niño
de mis poemas manchados;
tabaco, vino y pesar
y sus versos enredados.

Los asisto como puedo:
Rebeldes, peino sus trazos,
desenredo su mensaje,
les abrocho lo sensato,
les acordono el sentido
y el motivo les desato,
y me miran con sus ojos
incrédulos del buen trato
como diciéndome: Padre,
sin querer nos ensuciamos.

Palpo sus caritas fieles,
y humildemente arropados
en tímidas hojas blancas
y a criterio mejorados
de filosófico temple,
los engaño, que son aptos.
¡Todo, valen para mí!
Lo digo altivo y a cargo,
aunque los echen del aula
del escrito inmaculado.

Y no abandono a ninguno;
siquiera al más descarriado:
Yo no consiento hijos míos,
parias ni desamparados,
así un pan sobre la mesa
sin vino me haya dejado.
Porque: serán mis poemas,
grises, malos y manchados,
pero mis hijos del alma...
y dependo de su abrazo.

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Un Beso De Verano

Tendida tú en la arena dócil
(que envidiaba tus formas nuevas)
mi boca en llamas bajó sobre tu boca
en brasas y derramadas estériles
nuestras sales esenciales por el beso,
rabiosos y calmos, mixturamos sólo
salitre marino y de una lágrima.

Cuánto de mí lidiaba a duras penas
meterse como espíritu dentro tuyo.
Cuánto de ti me tragué con el alma
(y tus padres de espaldas a unos metros).
Aunque lo nuestro no pudo ser posible,
¿qué desalmado, qué persona glacial
puede decirme hoy que aquel beso
fue sólo un beso de verano?...

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Cuando Me Querías

Cuando me querías,
yo llegaba sereno y desde lejos,
me sonreían tú y tu casa.

Llegaba al atardecer:
Rescoldos por la calle, mi cigarro
y el sol entre las cañas.

Comenzaba noviembre
y el amor me henchía las venas
con turbulencia de parra.

Entonces, a pasional labor
y férvida cadencia, vendimiaste,
racimo y zumo, mis ansias.

Divisé, cuando me dejaste,
guarecida tu sonrisa desde lejos.
Tu casa: ¡como tapiada!

Entonces libré mi otoño
y el tedio de tu amor desfallecido,
¡barrí envuelto en hojarasca!

Y me fui como no vine:
Rescoldos por la pena, mi fracaso
y el sol entre nostalgias.

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Destino De Piedra

Yo soy una piedra
que vive rodando.
Una piedra errante
que arrojan a diario:
Ruedo por la vida
y cuando me canso,
me arrojan de nuevo
y así me desgasto,
siendo que fui roca
de grueso tamaño;
puerta de la cueva
del Cíclope aciago
Polifemo, el mismo
al que, amenazado,
Ulises, hiciera
caer en engaño.

Sin gloria ni pena,
fui contra Goliat,
la piedra certera
que David lanzara
y el triunfo le diera.

Conmigo han herido
y han edificado
lo que deshicieron.
Y me han desechado
y me han requerido;
de nuevo la mano
construyó afanada
lo muy codiciado
y otra vez la sangre
me dejó su rastro.

Yo no tengo amor
presente en mi vida,
pero sí recuerdo
de volcán que ardía,
que mi buena madre,
era roca viva.
Mi padre: montaña,
Rey de ignota cima.
Mi hermano: arrecife,
temible en sus iras
de triunfo salado
por naves hundidas.

Yo pude ser risco,
pedregullo, arena...
pero sin embargo,
por la vida rueda
mi suerte a los tumbos.
Yo soy una piedra,
una piedra simple
que comprometieran
y no entendió nunca,
por más que viviera,
la crueldad humana
tan ingrata y fiera
para con mi ser
y su ánima terca.

Sin ira ninguna
soy piedra serena
y ansiosa de paz.
Una piedra suelta
que descansó sólo
la ocasión aquella
en que Cristo dijo
(estando yo presta
a herir nuevamente
por la mano artera)
más o menos esto
que mi alma festeja:
"Aquel que esté libre
(y aquí me liberan)
de culpas, que arroje
la primera piedra".

Con Qué Voquibles (rescate de verbos desocupados)

Quedé medio interfecto por tu pesquis
y me tornó tu frontispicio más estólido.
Me puso almagre, sagita, tu requiebre
y voluntario ilota me encadené al cipo
de tu prosopopeya, ya sin más caletre.

¡Y qué mirífica tú! ¡Y qué retruécano!
¡Y qué protervo y cruel tu gatuperio!
¡Chasqueado fui, cual núbil o seráfico!
¡Qué alacridad y qué magín tramposo,
maldita hurí que resultaste un grajo!

Helminto triste, te diviso de mi bálago
con tu preterición, y ufano truchimán,
(súcubo y zángano de interés estíptico
que a sádico cilicio y a rústico dicterio,
tu apóstata instinto deleita sicalíptico)

y afirmo laso y con intrínseca filípica,
que relapso yo, por ti obraré nefando
si a lúbrica praxis tratas mi quisicosa,
si abres tu busilis a mi vigor cernícalo
y a taumatúrgica gnosis, lo aleccionas.

Pero parvo en el sexo y en mi plectro,
y por tu evicción, en absoluta inopia,
(hasta berilos de mi abuela me sisaste)
marfuz, quedo aquejado con tu efugio
y sin alfaqueque que mitigue mi alifafe.

Si te da grima mi pingorotuda epístola,
¿con qué voquibles de sencilla coba,
o zarandajas, no te abrumo en retahíla?
¡Ah, porque acémila insistiré a tute
hasta que farragoso, te me rindas tifa!

..........................................

Pero como quizá, mi insólita verborrea
castellana, no entendiste, quieras o no,
me habrás de interpretar, pues clarifico:

CON QUÉ PALABRAS

Quedé medio muerto por tu ingenio
y me tornó tu rostro más borrico.
Me puso marca, saeta, tu requiebre
y voluntario esclavo me encadené al poste
de tu figura, ya sin más cerebro.

¡Y qué admirable tú! ¡Y qué agudeza!
¡Y qué perversa y cruel tu farsa!
¡Chasqueado fui, cual púber o inocente!
¡Qué rapidez y qué interior tramposo,
maldita beldad que resultaste un cuervo!

Gusano triste, te diviso de mi tallo
con tu desprecio, y ufano rufián,
(invertido y zángano de interés avaro,
que a sádico suplicio y a rústico agravio,
tu desleal instinto deleita inmoral)

y admito deprimido y con íntima bronca,
que reincidente yo, por ti obraré perverso
si a lúbrica práctica tratas mi problema,
si abres tu incógnita a mi vigor bruto
y a prodigiosa sabiduría, lo aleccionas.

Pero corto en el sexo y en mi inspiración,
y por tu despojo en absoluta miseria,
(hasta gemas de mi abuela me robaste)
desdeñado, quedo aquejado con tu evasiva
y sin redentor que mitigue mi desazón.

Si te da enojo mi elevada epístola,
¿con qué palabras de sencilla lisonja,
o bagatelas, no te abrumo en letanía?
¡Ah,porque, mulo, insistiré a trajín
hasta que, tedioso, te me rindas harta!

Aseguro

Aseguro, desde mi casual inapetencia,
(por mi culpa, culpa ajena o del destino)
que limitados a un sentido insobornable,
como yo, muchos tentamos hoy querer.

Que para mal de la memoria sometida
nuestro deleite se prendó de su verdad
y simulando demostrarse sobrepuesto,
a la nostalgia se nos fuga dos por tres.

Que solapados invocamos la intimista
recreación de lo genuino que se amó
y disfrutada la limpiamos del instinto
como con agua ‘redentora’, de la piel.

Que se subsiste con la mente en utopía
y se memora el nunca más inadmitido,
que se acaricia lo puntual por lo pasado
y que se besa un algo hoy por tanto ayer.

Aseguro, que el real amor es cosa fiel.

Ruidos De Vivir (poema urbano 3)

Si la vida se detuviera un poco y acallara
el bullicio de la gente empeñada en subsistir
en estado de indolencia.
Si se congelaran todos los motores
y el silencio me dejara sólo con tu recuerdo,
asumiría por fin que me dejaste
con nuestros ruidos de vivir como consuelo
y no me preocuparía tanto.
Ruidos que ni ‘registraste’, lo sé.

Es que no tengo otra cosa…
No guarezco tu recuerdo original, sino este
de emergencia, que a veces se pierde
porque también me pierdo
entre el clamor de la premura ajena.

Si me quedara sordo al menos, para cavilar
más profundamente sobre el destino artero
que armó y desarmó tu amor por mí.
Pero este ruido que te esconde y te muestra
no me deja recapacitar.

Necesito inventarnos mundos afines
porque de eso nos vanagloriábamos.
Imaginarte como yo, indecisa entre las góndolas
del mercado procurando abastecer la soledad
que preferiste a tenernos, y a la vez preguntarme
cuándo me libraré de la maya de tu recuerdo
y volveré a vivir feliz de nada.

Sin embargo,
si te viese volver por esa esquina,
no por desquite ni rencorsino más bien,
celoso de mi corazón (relicario que te guarda)
y convencido que voy rumbo a ser de nuevo yo,
no podría resistirme al placentero desgarro
de decirte adiós para siempre y morirme de viejo
rehaciendo tu ser.

No sé, impidiendo de algún modo
qué tu gran sentimiento dedicado,
por más que ya no lo es, termine en la nebulosa
de mi incertidumbre rescatándolo mío
de entre el diario fragor de mis ruidos de vivir.

Una Casa

En iluso resguardo
de mi alma peregrina
fulgura el ansia tibia
de tener una casa.

Una casa que pende
tan sólo de mi anhelo;
en el aire el cimiento
como casa de araña.

Quizá yo logre un día
afianzar mi destino
y coloque el ladrillo
cardinal de mi casa.

Y a pesar del desaire
soez de cierta gente,
tendrá su parral verde
de casa hospitalaria.

Tendrá gentil aljibe,
como mi sentimiento;
dulce para el viajero,
fresco como mi casa.

Casa sobre una loma
para verla de lejos
y gozar de embeleso
desde mi eterna carpa.

Albañil De Poemas

Y este nunca saber, de mi poesía abstrusa,
sus palabras-ladrillos que en hilera versada,
evaluarán en balde: nivel, metro y plomada;
pues mi métrica labra prudente como ilusa.

Y este nunca saber visceral hasta conclusa,
si amén de mi autocrítica cruel y razonada,
soportará los vientos mi estrofa aventurada,
de mentes en alianza de acometida obtusa.

Y este nunca saber ni a implícitos azores,
si fulge mi atalaya con brillos de mi numen
o ensueñan oropeles mis rústicos fervores.

Y este siempre saber, oteando mis tenores,
los planos medulares de intrínseco resumen,
del último refugio, mi esencia, donde mores.