Prosas poéticas :  Jardines con Fuego.
Jardines con Fuego.


El problema de integrar el Fuego como elemento decorativo en unos jardines radica en el poder explosivo de los depósitos de gas o gasolina. Si la lluvia apaga el surtidor de fuego el gas empieza a salir de forma indiscriminada desde las espitas que producen las llamaradas y se vuelve tóxico y explosivo. Habría que hacer espitas que permanecieran encendidas aunque cayera mucha lluvia, nieve, o granizo. Y se consumiría mucho petroleo, que es un material muy caro. Pero hacerse creo que es posible hacerse, se pueden hacer jardines con fuego. La mercromina, a su vez, se evapora y cristaliza, luego hay que reponer constantemente el material, igual que sucede con la tinta china. Y además el vidrio es frágil y mucha gente, por diversión, apedrea las estatuas y las rompe.

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Jardines con Fuego.


En el corazón del dragón. Rosas y fuego. Lirios y fuego. Nenúfares y fuego. Cascadas de mercromina. Cactaceas y fuego. Fuentes que vomitan chorreones de fuego, entre los estanques y los lirios. Círculos de agua perfumada. Albercas coronadas por dragones de oro que escupen fuego por sus ojos. Cascadas de mercromina roja, arroyuelos y acequias llenos de mercromina, como si fuera sangre. Estatuas de Venus desnudas, rocallas llenas de prímulas y petunias, antorchas, braseros protegidos de la lluvia, albercas ardiendo entre los magnolios. Hibiscos rojos y naranjas, y pebeteros olímpicos flameantes. En el corazón del dragón. Islas de lirios y azulejos dorados, promontorios de pensamientos violetas, amarillos, rosas, rocallas de amapolas y cardos, y, en el centro de las rocallas, fuentes de fuego. Eternamente ardiendo, fuentes de agua cristalina, eternamente manando, lagos rodeados de fuego, estatuas de mármol sumergidas en estanques de mercromina. Y el sol y la luna poniendo sobre las fuentes su lujuria. En el corazón del dragón, lirios, nenúfares, petunias. Llamaradas desde los ojos de las estatuas. Pavos reales de cristal verde. Pavos reales de cristal naranja. Inmensos pavos reales de vidrio. Gardenias entre serpientes de ira. Primero estaban las fuentes de bronce, negras, negras y macabras. En el primer círculo, manando la sangre sobre el abismo. Flores extrañas se abrían, azules corolas venenosas, flores de fuego, humo esperpéntico, setas llenas de gusanos. Abajo, el abismo. Arriba, el comienzo de los círculos. Y las fuentes de bronce vomitaban, y fuego y humo y sangre. Diapasones, danzantes violines, arpas, claves, golpes de cascabel. Y se alzaban los espejos, caleidoscopio de formas amarillas. Orquídeas rojas, rosas, naranjas. Pompas de jabón, negras, negras pompas de jabón, ponzoñosas. Tacto de goma, aceite, ungüento. Perfume. Y la escala ascendía. Segundo círculo, estatuas de mármol rosa. Formas bubosas y estrambóticas. Espanto, coágulo. Calaveras. Tacto de hueso. Golpes de terribles tambores, el gong, gong, gong, del instrumento rotundo. También brotaba el fuego. Jarrones de malaquita, azurita, rodocrositas. Surgían de las macabras fuentes la absenta. Caballos de dientes devorantes, negros dragones a su vez devorándolos. Escorzo de guerra, batalla, depredadores sobre los cuellos de las jacas. El Lanzallamas desde la boca de un horror. Se podía caer en el abismo. Arista afilada. Filo agudísimo. Onice y jaspe. Vetas en la carne del mármol, raíces, muchas raíces en los granitos. No perfume. Sí perfume. Sándalo y gasolina. Madreselva y loto, en los estanques nenúfares rojos. Se subía al tercer círculo. Ascensión, tremenda escala, filo de cuchillas, cortante, lija demoníaca. La Ambición no dejaba de irritar. Escorpiones de metal. Veneno en ánforas amarillas. Biombos y espejos, flores de cerezo. Los cerdos estaban allí, vomitando y saciándose. Tercer círculo. Estatuas de cristal. Cristal de color verde. Cristal de color azul. Cristal transparente. De las fuentes brotaba el agua. En los estanques nenúfares rosas. Las truchas rojas y naranjas. Moaré en las telas. Sedas iridiscentes. Arabescos, mariposas, yeserías. Nada. Fuentes de Tinta china negra. Fuentes de tinta china azul. Láminas de agua roja que cae sobre prismas turquesas colosales. Escorpiones de bronce gigantes que vomitan fuego, y helechos verdes exuberantes. Prados de cesped verdes con solitarios estanques de fuego. Fuentes con forma de escalera que no conducen sino al abismo, descoyuntadas terrazas colgantes, de las que cuelga la yedra, manantiales de fuego entre las aspidistras, estatuas de jabalíes deformes que vomitan tinta china azul, tinta china negra, tinta china roja. Estatuas de gallos con el cuello herido, fuentes de gallos desde las que brota la absenta o el fuego. Macizos de petunias. Gladiolos en el laberinto. Cactaceas y cardos entre tortugas de bronce. Elefantes gigantescos de oro. Paredes inclinadas y empalizadas torcidas, paseos para tomar la sombra a la luz de las bengalas. Antorchas bajo la lluvia. Dragones en el corazón del dragón.

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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Poeta

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