Prosas poéticas :  Extensión de Arena infinita en la que hay desperdigadas Fuentes.
Extensión de Arena infinita en la que hay desperdigadas Fuentes.

Fuego de música. Nieve de música. Agua de música. Neguillas violetas, neguillas muy pequeñitas y violetas. Colibríes en la boca del dragón. Dragones azules gigantescos. El sol marcando la espalda como un látigo. Centellas azules, colibríes negros, iridiscentes, canarios dorados. Absolutamente nada en todo lo que abarca la vista. Sed como una espina en la garganta. Garganta verde del diablo. Nieve caliente. Arena translúcida. Diapasones de níquel esmeraldino, vibrantes diapasones de oro y cimbalillos violetas, monstruos de mirada soberbia. Sevillas de oro y plata. Sanlucar de Barramedas de diamante, de aceite perfumado, logaritmos de platino celeste, ecuaciones de música digital, vinagretas amarillas en los muros, planicies de arena infinita en las que hay desperdigadas fuentes, grandes extensiones de arena amarilla, bajo un sol del mediodía terrible, todo hecho amor y odio, como una luna de calor inmisericorde. Arpegios de flauta violeta, carne de membrillo dulcísima, mermelada de frambuesa negra, Querétaros de salamandras rosas, Querétaros de salamandras verdes, Querétaros de salamandras lilas, islas de perfume de madreselva, geranios rojos y fucsias, con grandes corolas exuberantes, pavos reales azules. Toques de arpa y clarinete, sombreros de oro y pedrería, esmeraldas rabiosas, ojos azules y verdes, rosas negras, rosas rojas y amarillas, serpientes rojas. Extensión de arena infinita en la que hay desperdigadas fuentes. Soledades llenas de témpanos de hielo caliente, trópicos fríos sin una sola hierba, descoyuntadas azoteas sobre precipicios, jardines con espejos, jarrones llenos de hielo picado, cócteles de rón, cola, y sándalo, estatuas de oro macizo de Apolos y Zeus, líneas de cascabelitos de cristal fucsia, topacio fundido, miel y gengibre, hormigas de oro. Aves del paraíso verdes y azules, pero muy lejos de aquí, aquí no hay nada, aquí solo hay arena caliente, arena caliente cristalina, y un sol de justicia que lacera la espalda, escorpiones de acero negro, y duendes que no han existido nunca, y monedas de oro, miles de monedas de oro, cientos de millones de monedas de oro, y en toda la extensión la nada, la nada como la nieve cayendo sobre el mundo, la nada como una gran arista de calor y fuego, la nada en la arena y en la arena la nada, y los albatros en el cielo. Una ciudad se eleva en medio de la arena, tiene puertas azules que llevan a corredores verdes, que suben a escaleras demenciales que bajan a azoteas sin flores, que terminan en otras escaleras que llevan a zaguanes oscuros y a otras azoteas, y desde las que no se escucha sino un silencio de plata eclipsada. Más allá la misma planicie desértica y otra ciudad exactamente igual a la primera y más allá aún lo mismo, y cientos de veces, y la extensión de arena que ha consumido a sus peregrinos, sin un sólo pájaro azul, y miles de pájaros violetas. Extensión de arena infinita en la que hay desperdigadas fuentes. Y qué fuentes tan amables, tan deliciosas, tan pequeñas, tan insignificantes, tan sublimes, tan necesarias. Calor insondable y piedra. Piedra y arena blanca, como nieve caliente, desafiante y llena de alacranillos, vulgar salvo en su belleza, extensísimas regiones de blancura caliente, achicharrante, y diminutas neguillas azules, y fuentes muy pequeñitas, con un agua muy fría. Cristalitos de violetas y cuarzos rosas, sobre marejadas de perfume azul, sobre espacios vacíos al aroma, sobre grandes planicies en las que no hay nada. Los huesos de una vaca que murió hace mil años, la pisada de un peregrino que anduvo este lugar, y que no ha regresado, la música de un arpa de bronce negro, la mística de un monje que se alimentaba de raíces secas, la soberbia de una columna de topacio, la pluma de un colibrí naranja, los hibiscos rosas bajo las moreras. Extensión de arena infinita en la que hay desperdigadas fuentes. Grillos en las bocas de los Dragones. Caleidoscopios de música y nada, absolutamente nada, como un cielo en blanco, sin una sola nota de incienso, sin una sola gota de rubí, sin una sola nota de piano, nada, nada, nada, cayendo como un puñal sobre la rosa. Extensiones arena que quema, arenales gigantescos de color crema, y aquí y allá, muy lejos, una fuente muy pequeñita, pero llena de centellas. Extensiones de arenas infinitas en las que hay desperdigadas fuentes.¡¡¡Ay de aquel viajero que se encuentre la fuente seca¡¡¡¡¡¡¡.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Poeta

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