Cuentos :  Juan
[size=medium]EL VENDEDOR DE LIBROS
Autor: Juan Ignacio Macoñó Alba
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Su fortuna eran los libros. Cada mañana se levantaba muy temprano, dirigía su vista al cielo y suspiraba, no pronunciaba palabras, sólo la mente iba mencionando palabras inaudibles que ni en el silencio podrían oírse y ni el viento de las mañanas lo interrumpía; ya que esa era su manera de orar delante de un ser invisible que pareciera que no existe pero que él, estaba seguro que podía escucharlo con voces del alma. El sueño de la noche anterior le había dejado una incógnita, no tenía esposa ni hijos, sólo una vieja tienda de libros usados, eso era todo lo que había acumulado durante sus largos años de vida.

Sus ojos cansados cubiertos por los lentes daban la sensación que leía bastante aunque nunca se atrevió a escribir uno solo.

Participaba constantemente de la misa del gallo en la iglesia, que se encontraba a tres cuadras de su casa, era un ferviente cristiano que evitaba tener problemas con la sociedad; no solía salir a las fiestas ni derrochaba el poco dinero que ganaba de sus ventas en cosas vanas de la vida. Estaba convencido, que lo único mejor que existía en el mundo, era Dios y en segundo lugar estaba su negocio.

Vender libros usados a precios baratos era su profesión. Nunca tuvo dinero en abundancia, pero jamás le faltó el alimento en su hogar, aquel hogar silencioso donde vivía acompañado de un blanco perro casero, era su amigo confidencial que jamás decía una sola palabra, pero era un buen escucha, cuando su amo le hablaba de sus problemas y aflicciones de la vida.

Vender libros lo hacía feliz, pero sobretodo cuando terminaba de leer uno nuevo ya que todavía no había logrado leer los cientos de libros que estaban en las estanterías de su venta. Una sonrisa de satisfacción se dibujaba en sus labios y entonces adquiría nueva vida como aquel joven que recién se levanta de la cama después de pasar una noche entera de romance. Realmente leer le hacía bien, le daba la sensación que las nuevas ideas del libro leído lo hacían más joven y lleno de vida.

Él, era ya anciano, su pelo era blanco, los bigotes largos como una cabellera, apenas se le notaban los labios cuando hablaba, una pipa constantemente, tenía a su lado, que aspiraba cada vez que los recuerdos del pasado le venían a la mente, entonces de sus labios salía un humo blanco como si fuera una chimenea. Movía la cabeza de un lado para otro, como insinuando que algún recuerdo del pasado había llegado a su mente y le inyectaba la intranquilidad o el nerviosismo a su cuerpo.

Para tranquilizar los nervios fumaba su pipa y suspiraba mirando al cielo como si algo se le hubiera ido volando entre las espesas nubes que venían cargadas de lluvia y granizo.

Entonces recordaba el crudo invierno pasado, cuando todo estaba congelado y la nieve tapaba las calles impidiendo que los motorizados transitaran libremente por ellas. Las manos le temblaban. Sería mentira decir que era por el frío, ya que recién el sol se había ocultado y daba paso a desencadenarse una tormenta, inesperada. El hermoso cielo azul que antes estaba despejado, ahora se mostraba, totalmente cubierto de nubes que fue soltando pedazos de granizos que caían sobre los techos de las casas mudas, ante tal incidente tormentoso.

Raúl fumaba precipitadamente como si estuviera asustado, entonces de sus ojos caían unas gotas de lágrimas, ¿Sería por efecto del humo de la pipa?... en realidad no era por eso. Era fruto del recuerdo del pasado que le había dejado una honda herida que calaba hasta los huesos y lo sentía hasta el fondo de su alma. Era como aquel frío intenso que no se puede calmar ni con los mejores abrigos, ni tomando un fuerte licor, realmente él estaba frío y congelado. Le faltaba alegría y felicidad, no aquellas que le daban los libros leídos, sino aquella alegría que da el amor, cuando empieza la primavera.

El perro blanco le miraba compasivamente, quizás deseando preguntarle algo a su amo, pero sólo le miraba y callaba.

Realmente necesitaba desahogarse, ante Dios, ante sí mismo, o simplemente ante algún ser que le hablara o le diera algunas palmaditas...

La fuerte tormenta llegó y del cielo cayeron unas gruesas gotas de agua torrencial, entonces en ese momento el recuerdo de Raúl no pudo contenerse en su inhóspito mundo interior. Él se puso a llorar como aquel niño que ha perdido a su madre en medio de una agitada multitud.

Entonces cuando pasó su catarsis emocional, miró que tenía entre sus manos una foto…, y la sostenía temblorosamente sin quererla soltar…

FIN.





Poeta

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Claudia
Publicado: 31/5/2011 22:19
Incondicional
Unido: 17-1-2011
De: México
Comentarios: 2442
 Re: Juan

Muy bello cuento, se le puede ir siguiendo con la imaginación y percibir hasta el sonido de la lluvia. Muy agradable. Saludos. Claudia Alhelí Castillo