TIERNO VÉRTICE
Lunas mareadas, ásperas e inocuas, acarician al olvido, desplazado y gris. Y que el rojo espere, con pies empecinados.
Por eso, acompáñame, noble adversario hoy, por cada sueño ligero, sin pena ni congoja, y dejemos luz al helecho, en éxtasis expropiado.
Tan acogedor y lácteo, estridente y arbitraria luz, que rosa caprichosa nube, con virginal decoro, plata, sin contarlo afiligranado, en la esquina aceitunada.
Construye con silencios, ligeras columnas bajas, y el blanco nieve fuego, de miel y limón la vida, y el verde arrastre paja, con líquida luz serena.
Ya el pico presuroso ríe, del clarín bastardo lento, y la vista enturbia tarde, al que enternece frágil, la piel desnudando dura, y la adormece ágil noche.
Allá el camino, contrito camina, donde perdió un viejo zapato. ¡Ven, ven!... Veamos, al árbol que no corre, a las sombras, ni a las hojas, ni quita gorriones al recuerdo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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