Dejen a los niños jugar blancos, negros, su color no ha de importar. Hay un hombre causándome terror que me obliga a trabajar.
Mis amiguitos y yo ya no podemos jugar… Él con un látigo me castiga una y otra vez y de mi negra piel herida un líquido rojo comienza a salir.
Que mis niños no sean de color es el sueño de mi fantasía, ellos sufren injusto dolor en sus rostros no hay alegría.
Cuando llego a la casa no me deja estudiar va y toma la brasa y me comienza a pegar.
Mi piel habré de cambiar no quiero la original, esclavo, abusado y marginal por el mundo haré pregonar.
¡Qué jueguen los niños, qué brinquen y corran, entre parques y guiños sus tristezas se borran!
Julio Medina 18 de Julio del 2010
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