DONES FATIDICOS
Palma, no te enorgullezcas de superar en altura a los laureles y almendros sobre cuyas copas triunfas. La tempestad se avecina, y cuando el rayo fulgura, las frentes menos enhiestas son las que están más seguras.
No te ensoberbezcas, rosa, porque brillas y perfumas, y en el jardín y en el prado reinas, excedes y ofuscas. Esmalte y aroma en flores son signos de desventura... Manos vendrán que te arranquen o insectos que te destruyan.
Dulce planta de la selva, cantor que esponjas la pluma y abres el pico y exhalas chorros de perlas de música. No te envanezca el gorjeo, calla: los hombres lo escuchan, y trinos aprestan redes al ave que los modula.
Tierra, no envidies al astro que te calienta y fecunda, y que surgente o occiduo prodiga el oro y la púrpura. Tamaña magnificencia nace de inmensa tortura... El resplandor de un incendio ¡te vivifica y alumbra!
Cuán caro pagas, espíritu, ¡el nimbo que te circunda! Tener ingenio y renombre es tu verdadera culpa. De rencores a tu gloria es cómplice la fortuna, y pereces lapidado con montañas de imposturas.
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