Madrigal triste
Fecha
2-6-2012 14:24:32
Tema:
Poemas
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¿Qué me importa que seas casta? Sé bella y triste. Las lágrimas aumentan de tu faz el encanto. Reverdece el paisaje de la fuente al quebranto; la tormenta a las flores de frescura reviste.
Eres más la que amo si la melancolía consterna tu mirada; si en lago de negrura tu corazón naufraga; si el ayer su pavura tiende sobre tus horas como nube sombría.
Eres la Bien-Amada si tu pupila vierte -tibia como la sangre- su raudal; si aunque blanda mi caricia te arrulle, lenta y ruda se agranda tu angustia con el trémulo presagio de la muerte.
¡Oh voluptuosidades profundas y divinas! ¡Salmo de los deleites entonado en sollozos! Tus ojos, como perlas, son fuegos misteriosos con que las interiores penumbras iluminas.
Tu corazón es fragua; la pasión insepulta como ascua inextinta, dispersa su destello; y bajo la celeste blancura de tu cuello un poco de satánica rebeldía se oculta.
Pero en tanto, Adorada, que no pueblen tus sueños pesadillas sin término, reflejos avernales, y en lívidas visiones de azufre mil puñales tajen tu carne ebria de filtros y beleños,
y a todas las quimeras pávida esclavizada el augurio funesto mires a cada paso, y convulsa te acojas al letárgico abrazo del tedio irresistible que anuncia la alborada.
Tú no podrás, -oh sierva que me impones tu ley y a tu amor me encadenas perversa y temblorosa, decirme desde el antro de la noche morbosa, con el alma en un grito: Yo soy tú mismo, ¡oh Rey!
Versión de Carlos López Narváez
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