AVINAGRARSE CERÚLEO
Es tarde, y la ansiedad crece, bajo el rojo de las escaleras, en la sombra, olor a viento, y en el viento, dolor salado, un grito palpitante desnuda, y asciende la fragante luz.
No espera, no desea, no sabe, que a nadie el cielo escucha, que a nadie la tierra ignora, ni siquiera la misma nada. Por ello, su recuerdo ha muerto, en el ocaso estéril y perplejo.
Hace ya tiempo, tan lozano, que pasó la hora, diligente, por ese grito, del vaivén incierto, que lleva el cabello risueño, y empuja sereno al sueño, con la febril niebla noble.
Viene de un lugar, que embarga, que hunde la voz del bosque, y cosechas salvajes flores, que están más allá del recuerdo. Tanto que ha sembrado su ceniza, soñando perlas y alfombras.
Seguramente ya no están, secas, bajo el sol intactas. Por eso duermen de pie, los suaves muros del metal, los inmensos devaneos riendo, con el pobre sudor del fuego.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|