Desde sus taras y frustraciones, arremetió como bestia encerrada, no supo qué hacer con tanta luz… la había ansiado, pero ahora ya no, sería por sentirse casi ciego o por la rabia de que otros la disfruten más.
Sabía que no podía atesorarla toda y por ello quiso acercarse el mismo sol, con cualquier desquiciada propuesta, hubiera querido esconderlo incluso, en su delirio… de no saber cómo, detestó la tardía bendición de poder ver.
Sombras, siluetas, algunos colores… que las había buscado hasta en sueños, ya no eran suficientes, de súbito ya no, según él y sus distorsionadas entelequias, estaría bien, si eran menos los que mirasen, ojalá, como un tuerto en un mundo de ciegos.
Las imágenes codiciadas por tanto tiempo, les fue encontrando detalles, perfiles, matices, pero sin percibirlo, en algún momento, éstas… quedaron sin aromas, sin sonidos, sin sabores, pero qué importaba para un cicatero de la luz, celoso y goloso… casi como un eunuco morboso.
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