Creo que cumpliste todos los años, qué importan unos cuantos más... tu espacio fue perfectamente labrado, sueños, coraje, tozudez y hasta la ira, están allí meciéndose ineluctables, en cada imagen, instante y recuerdo.
Esto de ser roble sin proponérselo, se siente en la sombra reconfortante, en la firmeza que se arraiga profunda, pero también en las venturosas ramas y hojas, que iracundas se desprenden buscando todas, acariciar el astro rey.
De tu espíritu aventurero y soñador, dejas tu pasión por el insondable éter, por gastar suela en los nuevos caminos y dejar solo estelas difusas en la mar, la sierra, la selva de cemento también y a cada paso derrochar el corazón a girones.
Sobre todo dejas la casta de gladiador, de jamás renunciar y siempre sonreír… porque la vida, siempre será: la vida, la que con cada aurora abre encrucijadas, para construir, amar, perdonar, luchar, reír, para ser feliz, para volver a soñar.
Así que papá, mi entrañable viejo amigo, gracias infinitas por la vida y por lograr que aprendamos a conjugarla cada día…
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