La naturaleza nos brinda eventos únicos, espontáneos, no calculados, impredecibles, pienso en ello mientras repaso zalamerías, atenciones hipócritas y muy especialmente ese traje de ruin engaño conque nos cercaron y quedamos a merced de la aleve puñalada...
El traidor no tiene vida propia, se escabulle, calcula, siempre acecha, sonríe, alaga, vigila... El desastre es súbito, también la ladina puñalada, el perjuro, como la gran culebra, por tragar, deja hasta de comer, quiere estar seguro, de zampar toda su presa y no dejar rastros...
El desleal pretende luego que todo está bien, se convence así mismo que hizo lo correcto, más, siempre encontrará otros Efialtes en vigilia, hasta que lo devoren o huya a su madriguera, disfrutará del drama, se siente otro banquero, cree que su felón golpe lo transmutó en bueno.
Un traidor siempre será ese oscuro engendro que al final buscará cordones , veneno, un cubil, para calmar la repulsa de verse así mismo... El traidor sin embargo, tendrá la compulsión de volverlo a hacer, de lamer la espalda amiga... y asestar el artero golpe que trunca, duele, mata...
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