Siente la noche frágil, la textura del lánguido lucero que se mece en tu lengua. Oye los grillos, hartos de cordura en su invernal cadena. Ve si su nervio mengua.
Imagínate el caos de un Sur sin Norte, los hombres que escaparon de tus sueños, y allá, allá bien lejos, el monte que es soporte de una historia de pájaros pequeños.
No somos esas aves miserables, aquellas de la fronda tan remota lanzándole graznidos a los cables. ¡Vibra y restalla entonces, cual vela en sal ignota!
Y que no reinen, blandos e incoloros, el musgo y el pudor en el tejado. Suda todo el recato por tus poros, porque el grillete es driza cuando se sabe alado.
Tómate el agua de una vida entera, mejor aún, sus sorbos más hirvientes. Verás que tu garganta seca espera como el lecho de piedra aguarda a los torrentes.
Quisimos, desde ayer, estrellas sueltas, con su galope franco en las auroras. Hoy son, en febril paso, amazonas esbeltas que en delirio nos miran, cazadoras.
©Gustavo Larsen, 11 de diciembre de 2018
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