He adorado desde siempre
cada palmo de tu cuerpo,
podría hasta deletrear
tus felinos movimientos,
hasta el punto de perder
mi voluntad entre tus formas
y su cadencia en arrebato.

Sólo fue verte y…
sentir el peligro, el furor
de tu lascivo encanto,
rompiendo toda resistencia,
doblegando cualquier control
y es que, ¿por qué no juntar
lo carnal a tu belleza sin par?

¿Que podría llamarse pecado?,
que lo hagan… y me cuenten
como un empedernido pecador;
pretendo remontar incesante
cada cúspide, prados y grutas
y en esa excitante travesía,
que tu voluptuosidad
arrase mis sentidos y fortaleza.