Esto de volar y acariciar el mismo cielo, fue rompiendo la simple cita amatoria, lo esencialmente literario, para ilusionar, para conseguir el apego a encontrar en el infinito, el espacio más amplio, para dejar que leviten con la imaginación, nuestros cuerpos fusionados. Así cada roce furtivo y luego osada caricia, cada beso remordiendo otras riveras, cada cercanía más estrecha, fue la eclosión, no sé si de plumas y alas o de alguna extraña condición de mutua sustentación, pero el cielo, pareció cada vez menos distante. Volar, sólo cobró real dimensión, amándote, sólo entonces, las galaxias y constelaciones más distantes, fueron parte del paisaje, cómplices de nuestras noches y auroras… Con el astro rey comulgamos la gloria, del vuelo desenfrenado abrazando el éter. el roce de cumulus y stratus, fue el juego con el que descubrimos la lluvia nacer y con ella, la bendición del renacer… Esto de volar… amada mía, te lo debo a ti…
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