Una bruma se acuesta, zombi, en los pastizales. La noche trae sus males y una insana propuesta: la de hurtarle la cresta al único vigía de la ubicua jauría que acecha a mis memorias.
El monte, con sus glorias (ahora en agonía) se lleva mi inventario de semblantes sensatos; también, los garabatos en estado larvario que, terco, planto a diario sobre un mudo papel.
Parece algo tan cruel la mano de la niebla que sin querer despuebla, con grisáceo pincel, del nítido color de abril al flaco almendro.
Yo dejo que este engendro (o un vaso de licor) silencie al ruiseñor que vive en tus racimos.
Y dejo al cerro, en limos, fundirse junto al cejo para verlo, perplejo, sufrir lo que sufrimos.
Publicado hace unos instantes en el sitio de mundopoesía.com
Probablemente el lector ya haya notado que las estrofas se encuentran concatenadas en base al patrón de rimas de la décima. Me interesaba, por otra parte, enfrascarme en un trabajo basado en heptasílados, dado que me suelen dar mayor batalla que los versos de otras métricas.
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