Casi las once y media de la noche y un mundo de dolencias terminales, de ojos efímeros como luciérnagas, ve la comedia negra de tu escape. Fue tu vida de invierno el vuelo del papel en una calle. Fuiste amigo del viejo terraplén, ese al fondo del barrio miserable. Lo que te vio y calló quién lo sabrá, por esos códigos de pobres y hambre; rotos amaneceres sucediéndose, repletos de los sueños que asfixiaste bajo el tren y las suelas en las vías. Ni hornero ni zorzal de los barriales fuiste (por más de ser de aquel San Telmo), tan al revés de esa milonga errante de Laurenz y Albertito Podestá. Hoy, de esta esquina que con celo amaste yo te pido perdón, por ser el rostro de un asfalto con grietas incurables. Tus días remolcaron indecibles bagajes que te confieso, son como los míos. Absurdos. Terrenales.
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Gustavo Larsen, 16 de febrero de 2018
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