Esparcí las puntas sobre la mesa y con rabia, mis manos allí clavé sobre las púas brillantes aquellas para ahogar en sangre mi tristeza.
Me vestí de rojo, de la cabeza a los pies… estéril, el eco devolvía su nombre querido, y para que el corazón no doliera el domo de mis manos, también los clavé.
Mientras un charco rojo a mis pies se formaba un corazón con tu nombre, burbujeaba en el centro… ¡Malaya mi suerte el haberte querido!
Lloraba en silencio pronunciando tu nombre, ni el dolor ni mi pena morían, ¡con más violencia las púas golpeé!... maldiciendo mi vida y mi sino.
Oí, como reía la muerte, a mi lado… una bala, una hoja, un salto al vacío, pensé ¿Cuál sería la peor muerte para un hombre condenado a morir, por el delito de amar?
Delalma Domingo, 13 de marzo de 2011
Para ti mocosita.
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