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Veo un sol en el barranco que reticente me absuelve, y la gaviota que vuelve, la sangre en el pecho blanco cuando del mío la arranco.
Más al sur, verdugo y lanza, filo del alba el Fitz Roy, entiende que en ella voy a matarme una añoranza. La despena sin tardanza sobre mi suelo argentino, mientras esculpe un destino de valles, sílice y sal, arte y condena, vitral de lo cruel y lo divino.
Quiera la roca algún día, entender que son sus celos cuando le surca sus cielos en débil policromía, ave y sangre, mi utopía, lo que se enciende en el Ande. Brinde entonces un instante de piedad inmerecida y que al cerrarse su herida goce su vuelo y le cante.
Publicado hace algunos instantes en el portal de mundopoesía.com
Algo digno de ver es el amanecer encendiendo esa cara del Fitz Roy, allá en el sur, donde el viento pega la vuelta. Queda claro que no he visto gaviotas revoloteándole, pero en mi imaginación, llego a él con muy pocas reservas de combustible, luego de haber hecho escala en las barrancas de mi Mar del Plata.
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