Un instante puede y debe disfrutarse con toda la intensidad y total sosiego, como el colibrí, que consigue apropiarse volando, del entorno de la ansiada corola y a pesar de su mágico y vertiginoso vuelo absorber, muy despacio: el néctar, la vida...
Irrumpe así también el relámpago fugaz, inundando con todo su resplandor cada terráqueo rincón de manera audaz, qué importa luego, el estruendoso trueno sacudiendo voluntades, rocas, el mismo viento, si la descarga violenta del rayo ya nos cegó...
Así de súbito, sin anunciarse, irreverente, nos cubre la generosa lluvia, cambiante a veces ligera, otras feroz, pertinaz... no hay opción a discernir su intensidad, tan solo recibirla como bautizo germinador, que todo lo purifica, alimenta, reverdece...
Así... raudo y a la vez muy acompasado, refulgente y retumbando por todo mi ser, anegando hasta casi atrapar mi respiro, así se dio ese roce vibrante, bendito... de tu mano con la mía, huelgan las palabras, tu mano rozó la mía... y me atrapó...
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