Modesto Benigno Diminutto (1954-2035)
Fecha
30-5-2017 16:55:50
Tema:
Poemas
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Una noche como aquella, que olvidó su clímax en alguna letrina, me marché. La imagen de morir, tan nítida, que todos confirmaban como otra muerte cualquiera, en pulcritud de anillas de bronce.
Un Jenga de huesos torcidos, mi cuerpo: se desbarató en estrépitos cuidadosamente planeados. Mis automóviles me lo advirtieron. Se muere así, en obsolescencia programada.
Antes de irme, vi que en el fondo, todo era igual al milenio anterior: tablets inteligentes y usuarios catatónicos, tablas de la ley y sabios en duda, tablas en ajedrez y Big Blue riéndose, tablas de multiplicar obsoletas, tablas del tapeo innecesario y hambre en el Congo. Vi un gusano de seda, incapaz de suavizar la pobreza, escupiéndole atuendos de etiqueta en la cara. Chinchillas chillonas de dolor, terminando en estolas bajo las luces de Broadway.
Errores y aciertos intrascendentes se sucedieron con saña, y cómo olvidar el top four, mis mejores logros: la perfecta amante imaginaria, el libro mejor, el nunca leído, el sueño siempre ignorado, y un día diáfano en el ventanal a mis espaldas, el dintel espiando como leía las noticias in silico, a las 06:50.
Estoy solo en el suelo ahora, creciendo una nueva raíz entre mis uñas, sintiendo que el pecho comienza a aliviarse finalmente de su inicial inflamación anaeróbica.
Las costillas se me caen en ordenada secuencia, como sables respetuosos en su venia, viendo pasar a quien yo ya no soy. Tengo dos cuencas bajo la frente como remansos, y un cerebro que ya no arde. Siento que la tierra me roba las sales de mis huesos, carezco de toda carga eléctrica y también de dolores y miedos. Hay algo de Gestalt en lo poco que me queda, como cuando meditaba; un descanso perfecto, como aquellos.
©Gustavo Larsen, 30 de mayo de 2017
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