La lluvia es siempre sugerente...
y apremia, acompasar nuestros latidos muy,
muy cerca, igual que el repicar de sus gotas,
el trepidar de su torrente inundando todo...
emularlo en el restregar de cuerpos, manos,
en el vendaval de caricias y los locos besos...

La lluvia inquieta con su humedad y sonidos,
por la briosa desembocadura inundando todo
y entonces juntarnos resulta urgente, vital...
cómo no buscar el ritmo bajo ese manto de aguas,
cómo no encontrar nuestro acople perfecto,
que nos blinde del frío y nos apriete mucho más.

La lluvia insinúa, cautiva y arrulla a los amantes, y
tras la tempestad, rayos y truenos, llega la calma,
si, después del desenfreno y nuestra propia lluvia,
nuestros cuerpos, bocas, manos, encuentran la
lasitud estrecha, que abandona sin despego la lid...
amo la lluvia, así, compañera en el fragor de amar.