Un peñón inescrutable, una hendidura, quizá impronta de un estambre paria, globo de polen al viento, su plegaria primigenia desatendida; en su ¿locura?
le urge el vuelo suicida que perdura las épocas, las batallas de la binaria hora humana, tan sola y tan gregaria, que nada sabe de la sagrada cordura
de la flor. Cae en la base de un cedro con pezuñas de primavera moribunda. Y en su ingravidez madura, su figura
henchida recibe el puntual desmedro de Perséfone, quien ahora furibunda le pinta una lengua seca a la llanura.
©Gustavo Larsen, 12/23/2015 [img align=center width=400]http://2.bp.blogspot.com/-HliKTV9TDwo/UFeSMGGiuTI/AAAAAAAAFtc/ZPwJaXu6-V8/s1600/flor+en+la+roca.jpg[/img]
En algunas ocasiones, como en estos versos, me despierta curiosidad intentar un minicuento dentro de un poema.
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