De espalda a la gente cantando nostalgias seguidas que vienen a veces cargadas, humedecidas, las huellas del tiempo se sienten aun pasando dejando heridas pendientes de estarse sanando.
Cientos de cuervos hambrientos sobre mí voltean locos por picar el dolor saliéndose del alma, pelean. Es lastimoso el duelo;en la picada sedienta se aprovecha para oler la pena, bebiéndola fresca dentro de la brecha.
¡Y no llega el final que a mi existencia inserte el deseo definitivo de encontrarme con la muerte! La muerte vigila las almas detrás de la oreja -a la mía desecha ni caso le hace, la ve y se aleja-.
¿No queda el infierno más allá del etéreo infinito, o es que está inerte dentro de mi pensamiento maldito? Ardiendo mi cuerpo, lo ha tomado como ejemplo para engendrar sufrimientos, fatídico templo.
Condenada inquietud calvario de la tragedia todo este pesar lo forma cual si fuera una comedia… Riéndose de todo, sarcástica risa, pero riéndose de todo -con risas hirientes lacerando los modos-.
Julio Medina 3 de febrero del 2015
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