[img align=center width=380]http://arteyartistas.files.wordpress.com/2010/08/atardecer-de-otono-1924.jpg[/img]
Con la primera hoja caída regresa, con hábito de vacilaciones de equinoccio, ese recuerdo inquebrantable, andando en compañía de otros menores pero igualmente tercos, de rama en rama como pájaros perdidos, a veces disfrazado de río moribundo en el desierto de una duda eterna, de haberse perdido algo en el declive de mis días.
O llega arropado, dando explicaciones sesudas y absurdas de su merodeo. Llega con un discurso grave o de sainete, pero siempre evitando decir esa palabra, mostrar ese ademán adolescente que destruya su esencia madura. Ese gesto que lo haga casi humano, que finalmente lo triture un llanto con sus fauces saladas y carnales.
Y luego es un recuerdo que él mismo se recuerda, egoísta, persiguiendo su propio rabo ignominoso. Y entre esas primeras hojas caídas se vueve a alejar, dejándome la carga de otra bestial sepia.
©Gustavo Larsen, 17/11/2014
El cuadro ("Atardecer de otoño", 1924) es de Emil Nolde
|