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Oscuro el viento, oscura la espada de la noche, los ademanes del arrayán, la sílice del cerro, la cordillera sometida a su destino de perpetuidad. Cordillera quieta y reflexiva, en la moribunda hora de orozuz negro en que un impulso arremete como el vino de un reencuentro. Estertor de cielo negro, resquemores, grillos eternos y solemnes. Vastas pasturas suaves como una piel que no se olvida, flores firmes, aromas sensibles.
Negra fue la noche, los murmullos, las pausas y el movimiento. En las laderas del deseo, de la montaña, en la pradera tibia, palpitante en su locura, todos somos brote floreciendo una vida.
©Gustavo Larsen, 29/09/2014
Hay un lugar donde la noche muere espectacular y salvajemente: El amanecer sobre la ladera de puro granito del Fitz Roy en la Patagonia argentina, en especial en la hora, estación y nubosidad exactas. Es algo que creo merece ser visto en persona.
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