Sumergido el cuerpo dentro del agua tienes humedeciendo el alma desnuda, desesperada en el amanecer de una noche terminada con frágiles sentimientos que ya no sostienes.
La tarea de quitar la turbiedad al mar le dejas, acumulada en los sentidos por tanto malestar, nublándote el cielo, amenazando con llegar al abismal de un corazón vedado entre rejas.
Intensa pasión llena de tropiezos te condena, y te persigue por el camino desacierto, haciendo dificultoso enterrar al pasado muerto, atándote al sufrimiento con una férrea cadena.
¡Nadas! nadas intentando en el agua domada deshacerte del fuego voraz de ese tormento, quemándote la pureza sin más remordimiento del que alberga la conciencia querellada.
Julio Medina 25 de mayo del 2014
|