ODA AL FUEGO
Que no quema al mar con la cintura ni los muslos de miel ni los sueños ardientes como una guitarra de arena abajo, arriba, de lado, en la ceniza renace más allá del amor innumerables veces de los labios de la tierra de la madera en el mundo del alma única en la carne del aliento por el agua del vientre y la luna encendida.
¡Oh, fuego!. Juego. Del destino. Hoy como siempre, alimentas la vida verde del amarillo la muerte azul del rojo invierno triste del cielo abandonado con sus estrellas.
Llama canto ígneo. Del hielo alegre, en la boca triste en el viento en la mirada sorda y muda de la noche a la mañana.
Del hogar del tiempo. De la familia del espacio. De la soledad. Del hogar, tu casa de arcilla de carne humana.
Te llama flama del origen de la chispa del ser celeste porque respiras pasiones vivaces pasiones jugosas presiones desbordantes presiones pródigas.
De aquí y más allá, de las cenizas, de las pupilas, de los huesos, de los cuerpos.
Del polvo viviente. ¡Oh, fuego del aliento!. ¡Oh, fuego del sustento!. ¡Oh, fuego del portento!.
De las cenizas que viven. Del vigor invencible. Del calor pétreo, que camina, duerme y despierta, levanta y cobija.
Que sucede, solamente. De mil formas. Infinitas. Más allá del dolor. Más acá del recuerdo. Afuera y adentro. ¡Animoso, brioso!. Sangre de los soles. Aliento de las vidas. ¡Hoy este canto te recuerda!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|