Roderico Reyes (minicuento)

Fecha  10-4-2014 0:05:25 Tema:  Cuentos
[img align=center width=500]http://1.bp.blogspot.com/-PUf4ySrYa28/TfrWiRkvhTI/AAAAAAAAEnY/uZSC1_yn0og/s1600/201728_197973006891914_100000376475318_573658_1213441_o.jpg[/img]
Me dijo un historiador que al lomo de un libro amarillo,
allá por los años veinte pudo adentrarse a la pampa de antaño
e intercambiar impresiones con un tal Roderico Reyes.
Él lo saludó, tendiéndole una mano que era puras grietas,
carne seca como charqui, apenas escondiéndole los nudillos,
y luciendo una corralera raída por el invierno de sus años.
Hombre servicial Roderico; le ofreció lo más preciado que tenía:
compartir una cebadura recién empezada,
en un mate de cuerno de vaca, con muy poco uso.

Luego le contó de levas, fortines y amigos muertos,
ánimas que aún le rondaban el resuello hasta la fresca.
Es que su vida había sido mucho mejor de mocito.
Antes de esos dos chuzazos que le adornaban las verijas,
traídos de la frontera donde aquel coronel por pura avaricia
al final echó más púa en alambre
que espinas se ven en todos los currales que pudo encerrar,
Roderico no le hacía asco a la payada.
“¡Lambete, que estás de güevo!”, siempre le decía
a quien “templara la vigüela” del otro lado del fogón.

Dieciocho primaveras tenía, recordaba Roderico.
Dieciocho, cuando se la llevaron cautiva a su mujer
en ancas de un overo gateado, con las mechas
entreveradas en los dedos de aquel pampa,
más corajudo y levantisco
que la polvareda que le iba ladeando el fiero galope.

Y así fue que la leva se le vino como un alivio al hombre:
Rosalba, “asigún yo craiba”, le comentaba al historiador,
lo esperaba en algún confín de la frontera.
Pero nunca la encontró,
ni aún después de sablear cien leguas
desde Trenque Lauquen a Choele Choel, de clamar sangre,
diez años al grito de “¿No oís el clarín, que a degollar nos manda?”
“Tanto sable”, pensaba, “y luego al pampa un tal Roca
lo despenó con los reminton* como vizcacha con moquiyo”.
Y luego fueron otros treinta años más, secándose junto a su tapera.

Hasta ese mismísimo día en el que regresaron solamente sus ojos,
incrustados en el semblante del único hijo de aspecto “cristiano”
de Rosalba (el mayor), criado entre las burlas de toda una toldería
y luego por un coronel terrateniente.
Y lo fue nomás a saludar por vez primera a su padre, Don Roderico,
montando en pelo a un libro de lomo amarillo, de tapas bien ajadas.
“Usté es mozo de mucha conocencia, un leido”,
le dijo con orgullo Roderico a su hijo, secando una lágrima furtiva.
O por lo menos, todo eso creyó el historiador ver
en esa foto-documento de su padre, en aquel viejo libro amarillo.

©Gustavo Larsen, 09/04/2014


*fusil de marca Remington


Dedicado a mi viejo, Juan Larsen, un autodidacta de la historia gauchesca y Argentina en general, flamante ganador del Faro de Oro 2014 y varios galardones. Prueba viviente de que la educación formal no necesariamente hace a un destacado estudioso.




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