Date cuenta, nada cuesta sentí una vez amor por alguien, se apareció sin desearlo entrando a mi corazón sin aviso ni permiso. ¡Me hablaba con el corazón palabras tan dulces, pidiéndome escuchar sus mimos en los oídos del alma! Y yo, respiraba su respiro terso, diáfano erizándose fácil la piel.
Nada podía hacer para evitarlo solo escuchar, escuchar mientras dormitaba en las ilusiones, llevándome a un mundo diferente entre magia y fantasía alimentando el deseo de tenerle siempre a mi lado. Su presencia se hacía indispensable se había metido dentro de mí, corría en la sangre vivía en mi ser; me dolía rechazarle, me mataba su ausencia, y la tardanza inexcusable. Su mirada despedía fulgor de alegría exquisita, el tiempo no caminaba más cuando le veía llegar: todas estas cosas pasaban entre nosotros dos, pero ya ni te acuerdas…
Julio Medina 5 de febrero del 2014
|