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Es claro que no serás mármoles grabados a los golpes, ni quitarán de los astros tus designios, dándole a este suelo tu cuerpo. Tanto lumbre prodigado fue necesario para resumir la quietud de este instante tuyo. Un grito, un callejón, una herida mortal no bastaron para borrar tantas leyes de la vida que pintaste sobre las cáscaras de los edificios, tanto cántico detenido como retrato sonriente en el rostro de la ciudad. Porque te llora cada espuela en los ijares de la inocencia, cada mendigo sentado en sus cartones, el verso anticuado de lo amable. Porque las barreras, trincheras, fronteras, piquetes, empalizadas ideológicas, incontables escollos terrenales no medirán al abismo de tu ausencia. Tanto prado fecundo, mares de peces increíbles, las lluvias que siembran agua y esperanza, todo lo por tí bautizado, y pensar que nunca pudiste darle en vida un nombre a tu recuerdo.
©Gustavo Larsen, 11/03/2014
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